La gratitud honra

La gratitud honra

La gratitud honra

José Mármol

No le conozco ni había leído nada suyo. Publicó en Filandón, un diario de León, España, el 4 de noviembre de 2012, un artículo titulado “El mar que llevo dentro”, a propósito de mi libro “Lenguaje del mar”, XII Premio Casa de América de Poesía Americana de ese año, publicado por Visor. Su nombre, José Enrique Martínez.

Es doctor en filología románica y catedrático de literatura en la Universidad de León, España. Quiero agradecerle en este espacio su valoración del poemario.

Dijo: “Sin el mar, buena parte de la mejor poesía no se hubiera escrito. Sin el mar no habríamos podido leer, por ejemplo, ‘El contemplado’ de Salinas, ni ‘El gran océano’ del ‘Canto General’ de Neruda, ni la ‘Soledad del farero’ de Cernuda.

Sin él no se habría escrito ‘Lenguaje del mar’ del poeta dominicano José Mármol…”

Agregó: “La mirada del poeta se llena de olas, de arena, de sal. Sí, el mar es de nuevo el contemplado en sus vaivenes, en su luz, en el bamboleo de las palmas en la orilla, en el brillo de los cuerpos sensualmente tendidos en la arena y, sobre todo, en el espejo de unos ojos cercanos y ‘en el quejido breve de tu voz cuando te amo’.

Es hermoso el mar en cada poema y hermoso cada poema del mar en el libro de José Mármol, un mar de palabras también que nos abren las puertas a todos los mares reales, imaginarios o metafóricos”.

Afirmó: “Acaso ningún otro paisaje haya suscitado tanta simbología o tanta imaginería como el mar. “Lenguaje del mar” es, como dice la contracubierta, una gran metáfora: ‘bahía del deseo’, albergue de ilusiones, naufragio del vivir, abrigo del recuerdo y fuente de la nostalgia, de lo que ‘no pudo, corrosiva, la memoria eternizar’, alimento de la esperanza, pero también de la soledad; y, sobre todo, el mar despierta un sentimiento solidario con los que viven ‘a merced de la escasez’, , con los que en sus barquichuelas ‘navegaron el nervio de la noche, para nada’, con los ‘seres extraviados en la ruta sin señas de los desesperados’”.

Sostuvo: “El mar es, a la vez, metáfora de otros mares, principalmente de ‘el mar que llevo dentro/ el mar de mis ensueños y mis largas vigilias’, el mar que nació con uno y que el poeta quiere tener en su noche como techo de su tumba. Y es también imagen de muchas otras imágenes.

En sus aguas se reflejan los cuerpos excitantes del Caribe y el poeta deja que sus palabras se impregnen de sensualidad: ‘Descomunal el fuego anudado en sus caderas’, ‘un acordeón de muslos, pantorrillas y glúteos’, ‘los muslos palpitando, resbalosos y firmes…’. Concluyó: “En diferentes ocasiones he expresado mi convicción de que la gran poesía de nuestro tiempo brota del otro lado del océano.

La poesía nuestra es previsible en general; la de allá es voz expandida y suelta, como si llegara sin buscarla. Si cada buen libro de poemas es un pequeño milagro, “Lenguaje del mar” es el milagro de la capacidad y la sorpresa”.

He distraído, con este gesto de gratitud, la atención de los lectores de Carpe Diem, y me disculpo por ello, al tratarse del análisis de un poemario mío.

Llama la atención y trasciende lo personal, la convicción del crítico sobre su fe en la poesía de Latinoamérica y el Caribe y su rechazo de lo previsible de la poesía española contemporánea.

Llegue mi agradecimiento, en nombre de la poesía de Darío, Borges, Paz y Mieses Burgos, entre otros, al crítico y poeta español José Enrique Martínez.



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