Miguel Guerrero comentó recientemente el desastroso ambiente ético del periodismo criollo por causa del éxito económico y de audiencia de chantajistas y extorsionadores radiofónicos –aunque también abundan en televisión y prensa escrita.

Narró que a un empresario renuente a denunciar un caso y tampoco a pagarles a los deslenguados, sólo le quedaba la opción de “fuñirse”. Pero aparte de pagar o ceder, denunciarlos públicamente o embromarse, hay una cuarta posibilidad. Hay jurisprudencia en que la víctima del pretendido chantaje somete a sus difamadores a la Justicia con ganancia de causa.

Esta alternativa quizás sea la mejor. Por ejemplo, el expresidente Hipólito Mejía encausó a un senador y al director de un periódico por violar la ley al difamarle e injuriarle asegurando y publicando durante la campaña presidencial del 2012 que él había viajado a México en un avión del narcotraficante Chapo Guzmán, para reunirse en Sinaloa.

La Suprema Corte conocerá la continuación del caso el próximo 14 de junio. La honra y prestigio merecen defenderse aunque sea ante burros rebuznando…