Las sociedades de bombo mutuo o coba recíproca son comunes en la prensa. Pero casi siempre los elogios van dirigidos a aquella persona cuyo pensamiento –o ideas si las tiene propias— coincide con el piropeador; o acomoda sus intereses.

O sea que la cuestión que comenté ayer sobre cómo es difícil debatir en los medios sobre conceptos o argumentos no es sólo que quienes disienten generalmente insultan o descalifican personalmente.

Es que también en el encomio se dejan de lado las difíciles apreciaciones o juicios sobre el fondo para almibarar a la persona.

Por ejemplo, si digo que me parece que el PRM carece de suficientes locales, delegados y activistas entrenados en materia electoral, para defender eficazmente su votación en las mesas, y que por tanto prefieren cuestionar la idoneidad de la JCE previendo su fracaso, al día siguiente mis amigos “perremeístas” me dicen:

“¡Qué duro le diste a Abinader!”, cuando quizás ni mencioné su nombre. Así es difícil debatir, dialogar, construir consensos o disensos educados. Y la democracia se degrada.