El sentido de autoridad para que sea convincente debe fundarse no sólo en legitimidad sino también en una comprensión clara de cuán importante es el orden o regularidad social.
¡Vaya perogrullada! Para aterrizar, les cuento que ayer martes a prima tarde, mientras esperaba un cambio de semáforo en la 27 con Churchill, un pobre joven con aspecto mugriento, un tatuaje de escorpión sobre su ojo izquierdo y signos de arrebatamiento, amenazó con romper los cristales de mi vehículo a menos que le diera “un peso”.
Al ver que se quedó rondando temí que fuera a cumplir su amenaza y llamé a un policía a quien le narré lo anterior.
¿Su respuesta? “¡Esos tecatos nos tienen desesperados!”. Al responderle asombrado que él es el agente del orden, el policía, la autoridad, se encogió de hombros y dijo: “¿Y qué usted quiere que yo haga?”.
La verdad que quizás el uniformado tiene razón y el atronado soy yo porque, ¿qué caray va a hacerse?