En 1915 los americanos iniciaron su ocupación civilizadora de Haití que duró décadas. La Constitución haitiana prohibía desde 1805 a blancos o europeos ser propietarios o adquirir derechos políticos.

De un plumazo, los gringos regalaron a Haití, 110 años después de su horrorosamente sangrienta independencia, la igualdad racial y libertades civiles que la revolución francesa había proclamado desde 1787.

Un siglo después de llegar los Marines, Haití está increíblemente peor: sus habitantes más desamparados, instituciones más débiles, economía más desastrada, liderazgo político más incompetente y más corrupto, élite social y económica más desentendida del drama social y humano de sus compatriotas. Lejos de construir un Estado sobre aquel fundamento, Haití ha colapsado.

Es inviable, un territorio ingobernable con partes controladas por narcotraficantes. Ninguna señal augura esperanza de mejoría sino lo contrario. La ONU debe variar su intervención para administrar plenamente ese país. Los dominicanos debemos abandonar la ilusión de poder razonar o dialogar con líderes haitianos que odian su propio país.