Mis amigos que no son amigos de uno de los míos, ayer se dieron gusto burlándose de él. “¿Se creerá un iluminado?”, chismeaban… A uno le respondí:
“Déjenlo que se defienda… ¡peor sería invocar al del turbante o al crucificado que resucita!”. Cuando algún político alcanza tanto éxito que logra lo que pocos, un empedernido club de contrarios suyos a rajatabla, difícilmente podrá hacer cualquier cosa que merezca aprobación de esos “anti-admiradores”.
Todo parece ser “asigún”. Recordar a Buda y cómo sus difamadores no lograron dañarlo parece ser un pecado peor o más ridículo que la infamia misma.
Lo cual me recuerda cómo muy pocos periodistas nos atrevimos a defender la honra de don Hipólito Mejía cuando un periódico publicó que había ido a México en el avión de un mega-capo más alto que Quirino…
La honra está tan devaluada que deberíamos re-pensar por qué y para qué defendemos o atacamos a ciertos políticos.