Cuando la vida te espera

Cuando la vida te espera

Cuando la vida te espera

José Mármol

La vida, cuando es realmente vida y no dogma o mera ficción, es un don maravilloso; algo de incalculable e impredecible valor que hay que defender y preservar, a pesar de los riesgos, las amenazas y los imponderables designios del azar.

La necesidad de vivir y el acto consciente, y por qué no, a veces instintivo, de conservar ese don más allá de cualquier circunstancia adversa constituye esa fuerza activa, que imprime singularidad al carácter de un individuo y marca su lugar en la sociedad y en historia; fuerza a la que solemos llamar destino. No obstante, como señaló el sabio presocrático Heráclico:

“Destino es carácter”. Es decir, acto de voluntad que exige a la persona salvarse a sí misma, con o sin complicidad de la circunstancia, de las huellas traumáticas que el acto de vivir vaya dejándole, como también, sanarse de las heridas físicas y, sobre todo, emocionales que el mundo en que le haya tocado vivir le infligiese, hasta colocarle, talvez, en el dilema de abandonarse a la muerte o salvarse.

Boris Cyrulnik es un eminente médico, neurosiquiatra y sicólogo que, dejando muy atrás la mediocridad narcisística que, en demasiados casos, aunque cuentan las excepciones, reduce a los profesionales de la conducta al intento de superar sus propios vacíos existenciales o sus propias carencias emocionales y perversidades de distintas índoles, con cuyos actos perjudican antes que ayudar a sus pacientes, Cyrulnik, insisto, pone su experiencia de vida al servicio de la labor terapéutica, para, por medio de lo que denomina resiliencia, lograr en el paciente un reencuentro con la voluntad de vivir y con la maravilla de la existencia humana, por más fatal o desdichado que hayan sido el trauma y la memoria.

Me lo dio a conocer mi esposa Soraya, invitándome a admirar en él su hermosísimo y poético estilo de escritura, que combina con su profunda manera de pensar y con su humanístico propósito de ayudar a los demás, en base a su propia dolorosa historia de vida; a superar un pasado, remoto o cercano, marcado por la desgracia, el desconsuelo, la crueldad o el dolor.

Nació en Burdeos (1937) de padres judíos de origen ruso, que víctimas del nazismo, murieron en un campo de exterminio.

Admite que vuelve a nacer cuando, siendo un niño de seis años, llegan soldados nazis en medio de una noche fría de 1942 a arrestarlo y matarlo, pero, madame Margot Farges, una maestra, les dijo esta frase salvadora: “Si le dejan vivir, no le diremos que es judío”.

Así surgen en él, el desconocimiento de sus orígenes étnico y religioso, y su traumática historia de vida. Asimismo, la lucha constante entre su memoria de muerte y su voluntad de vivir, última que le ayudó a escapar de la Gestapo, escondido bajo el cuerpo de una mujer moribunda, que no murió.

El Holocausto, y la Francia ocupada lo padeció, fue, según Bauman, con apoyo en Arednt, un acto violento y genocida de la civilización moderna, articulado por la racionalidad, la burocracia y la eficiencia como expresiones del progreso. No el delirio de unos degenerados.

Cyrulnik decidió ser siquiatra a los once años. A los diez, ser escritor. Ya vivía bajo la égida del encierro traumático. Estudió medicina a la luz de la luna.

Era muy pobre. Pero, el sentido que se propuso dar a los hechos pasados le ha liberado y conducido a ser quien es: un iniciado, que a pesar de la presencia constante de la muerte, procuró salvarse, comprendiendo, antes que perdonando, porque la vida lo esperaba.



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