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¿Y si la receta para la felicidad estuviera equivocada?

El Día Por El Día
Imagen de Pexels en Pixabay
📷 Imagen de Pexels en Pixabay

Por Yovanny Medrano

Escritor del libro «Aprendiendo a ser feliz»

Aristóteles dijo que “el fin de la vida es la felicidad”. Y desde entonces, como alquimistas tercos, hemos buscado ese elíxir esquivo entre laboratorios de consumo, templos de éxito y vitrinas de apariencias. Pero, ¿ y si estamos mezclando los ingredientes erróneos? ¿Y si, en lugar de acercarnos al néctar de la dicha, lo estamos contaminando con nuestras propias ilusiones?

Déjame contarte un momento vivido. Pero como toda historia verdadera, tiene la cualidad de ser también metáfora.

Hace años, visité a un urólogo en un hospital de República Dominicana. Le hablé de unas erupciones en el pene. Sin observar, sin preguntar, sin mirar más allá del protocolo, me recetó una medicina. Pero no cualquier medicina: un antiinflamatorio prostático. Diagnóstico equivocado. Tratamiento inútil. El problema no sólo seguiría ahí, sino que posiblemente crecería, mutaría, se enquistaría.

Y esta escena, pequeña e íntima, es un espejo de lo que nos sucede como especie.

Hemos aceptado diagnósticos equivocados sobre lo que significa vivir bien.
Nos han recetado dinero, fama y poder como panacea.
Nos han dicho: “Consigue eso y serás feliz”.
Y lo hemos intentado… con todas nuestras fuerzas.

Pero el estudio longitudinal de Harvard acerca del Desarrollo del Hombre -ese que lleva más de 80 años observando vidas humanas como quien observa un árbol crecer- llegó a una verdad inquietante:
Quienes lograron esas metas doradas no fueron, en esencia, más felices.

El mundo, con toda su tecnología, velocidad y promesas, sigue gimiendo por dentro.

Gallup lo midió en el 2022:
41% de los adultos sintieron preocupación.
40% estrés.
32% dolor físico.
27% tristeza.
23% ira.
Y eso… solo en el día anterior a ser encuestados.

La fórmula de la felicidad

¿Es esto lo que llamamos progreso? ¿Estamos, acaso, atrapados en una fórmula que jamás fue nuestra? ¿No será que la felicidad auténtica no se conquista como una meta, sino que se revela como un misterio? ¿Y si la clave no estuviera en tener más… sino en ver distinto?

En esta serie, no vamos a darte respuestas fáciles. Vamos a encender preguntas profundas. Vamos a explorar juntos prácticas reales, humanas, imperfectas… pero llenas de alma.

Porque merecemos más que un diagnóstico mal hecho.

Merecemos una vida que nos despierte.

Una vida que, aunque no sea perfecta, nos mire a los ojos y nos diga: “Estás vivo. Y eso basta para empezar”. Bienvenido.

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