En el ámbito de las encuestas electorales, estas se clasifican en tres categorías, que son: 1) preelectorales; 2) boca de urna; y 3) poselectorales.
De estas categorías, las de boca de urna, que es el tema de esta entrega, tienen características muy particulares, que requieren un tratamiento metodológico relativamente distinto al que se aplica en las encuestas preelectorales y las poselectorales, como se muestra a continuación.
¿En qué consiste una encuesta a boca de urna?
Técnicamente, es la encuesta que se realiza a los votantes efectivos justo a la salida de los colegios electorales el día de las elecciones.
Esta categoría de encuesta sale a la luz pública por primera vez en las elecciones presidenciales de 1972 en los Estados Unidos, producto de una estrategia diseñada por el Centro Roper para la investigación de la opinión pública. Desde entonces, son una constante en las elecciones democráticas.
Las encuestas a boca de urna, a diferencia de las encuestas preelectorales y las poselectorales, es aconsejable diseñarlas a partir de una encuesta previa, presencial o telefónica, días antes de las elecciones, preferiblemente el día anterior.
¿Qué se debe preguntar en la encuesta previa?
Tomando en cuenta que la encuesta previa se toma como base para el diseño de la encuesta a boca de urna, se requiere conocer, fundamentalmente: 1) si la persona acudirá a votar a las elecciones; 2) la hora aproximada que acudirá a votar; 3) su intención de voto; 4) el sexo; y 5) la edad.
Tener conocimiento acerca del comportamiento de estas variables, y otras que se puedan extraer de otras fuentes primarias de datos, ayudará a elaborar un diseño apropiado, que generalmente resulta en un muestreo complejo, de selección probabilística en una o más etapas; y no probabilística, en la etapa final.
En todo caso, el diseño de la muestra debe garantizar representatividad por área geográfica (región, provincia, municipio, distrito municipal, zona de residencia y colegio electoral).
Es preciso aclarar, el conocimiento de la intención de voto de los electores que en la encuesta previa expresaron su determinación de acudir a votar el día de las elecciones, tiene la finalidad de determinar la consistencia de los resultados de la encuesta a boca de urna.
Buenas prácticas en las encuestas a boca de urna:
A partir de los resultados que arroje la encuesta previa y de los datos adicionales que se obtengan sobre la composición, tamaño y distribución espacial de la población electoral, así como las características sociodemográficas con las que se asocien diferencias estadísticas significativas en la intención de voto, las buenas prácticas en muestreo estadístico recomiendan: 1) la elección de un diseño de muestreo que garantice representatividad geográfica de la muestra, con una selección probabilística de los colegios electorales que se seleccionen en cada demarcación geográfica definida en la cobertura de la encuesta; 2) calcular una muestra lo suficientemente grande para toda la geografía, tomando en cuenta la importancia relativa de cada área geográfica considerada en el estudio, así como la importancia relativa de los colegios electorales de cada área geográfica seleccionada; 3) asignar la muestra por colegio electoral y por horario de votación estimado, evitando los excesos de muestras de votantes por colegios electorales, ya que esto puede producir un sesgo en la estimación; 4) garantizar que las cuotas establecidas por hora de votación, sexo y edad se cumplan, ya que también se puede originar un sesgo de estimación, al menos que se definan factores de ponderación para cada caso, lo que haría más lento el procesamiento de los datos; 5) elaborar un cuestionario muy breve, preferiblemente una boleta para el nivel de elección que se decida medir, de manera que la persona seleccionada marque secretamente el candidato o candidata por quien votó, así como una urna portátil para que introduzca la boleta, para fines prácticos también se puede usar un dispositivo electrónico táctil para que el elector o electora marque directamente sobre la pantalla; 6) garantizar la confidencialidad y el secreto del voto, siempre tomando en cuenta que la entrevista personal puede inducir a la mentira o rechazar la encuesta; y 7) respetar la normativa de cada país en la difusión de los resultados, en República Dominicana, por ejemplo, la ley electoral establece que los resultados de las encuestas a boca de urna deben depositarse en la Junta Central Electoral en sobres cerrados y sellados, y no podrán ser divulgados hasta tres horas después del cierre de las votaciones.
En definitiva, las encuestas a boca de urna, cuando se realizan con el rigor que establece el muestreo estadístico, permiten proyectar los resultados de las elecciones, a la vez, si coinciden con los resultados oficiales de las elecciones, sirven para generar confianza en la población acerca del proceso de votación y el conteo de los votos emitidos.
*Por Dionicio Hernández Leonnardo