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La ordenanza de Educación

Las aulas, los púlpitos, los medios de comunicación de masas y cualquier otra tribuna imaginable hacen bien al ponerse al servicio de la equidad de los seres humanos.

Hombre y mujer tienen diferencias biológicas, pero están llamados a ser iguales en derechos y deberes.

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Son dos áreas que con frecuencia no son deslindadas por los grupos extremistas que suelen querer arrastrar a la población a sus absurdos y aberrantes polos.

Los derechos de la mujer históricamente han sido reducidos y es algo que no podemos seguir viendo como simples espectadores.

Esa discriminación, por extendida y ancestral, ya forma parte de la cultura de pueblos como el nuestro. Erradicarla requiere, necesariamente, la participación de la escuela y de los líderes morales de la sociedad.

No creemos que alguien se atreva a mostrar resistencia a iniciativas sanas, sin agendas ocultas, tendentes a igualar en derechos y oportunidades a hombres y mujer.

Estamos seguro que la erradicación de los elementos culturales discriminantes son el motivador esencial de la orden administrativa 33-19 del Ministerio de Educación sobre equidad de género.

La desconfianza que anida en los grupos sociales y religiosos que defienden el modelo familiar clásico y el respeto a las diferencias biológicas se entiende ante la presencia permanente de socavar esos principios y suplantarlos por otros.

Pero también se entiende que cada día hay que dar nuevos pasos para atacar el discrimen o los abusos a mujeres por su simple condición de mujer.
Que los extremismos altisonantes no nos mantengan en el oscurantismo del pasado, pero que tampoco nos lancen por el despeñadero del relativismo postmoderno.

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