Hora de solidaridad

Hora de solidaridad

Hora de solidaridad

Vivir en la ruta común de los huracanes del Atlántico todavía no ha convertido a estos meteoros en parte de la cultura de los pueblos caribeños, particularmente en las grandes islas, pero hay que trabajar para que ocurra.

Un día será, que nos acostemos con la amenaza de tormenta y nos levantemos a pasar revista de los destrozos materiales, que pueden ser aminorados si asumimos lo que suele suceder, pero no habrá la manera de evitarlos.

Los ríos, los arroyos, las cañadas, se quedan sin agua por causa de las sequías o por los efectos de los asentamientos humanos, que los dejan sin árboles en las cuencas y a veces llegan estos a dar la impresión de que han desaparecido, sólo hasta que llueve como es habitual en la temporada de las grandes tormentas, que todos sabemos que son parte del verano.

Parecen muertos los cursos de agua, pero los cauces están allí, y siguen allí las cuencas hidrográficas que les dieron origen.

Ahora ha sido Laura, la tormenta que los primeros pronósticos hacían pensar que su mayor peso se haría sentir sobre la costa norte del país, pero que pasó finalmente por el sur, por donde las lluvias y los vientos han causado bastante daño.

El gobierno ha dicho que no dejará solos a los que hoy sufren pérdidas materiales y familiares. Es lo menos que podemos ser: solidarios.



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