
Toda encuesta por muestreo requiere agotar una serie de etapas esenciales para garantizar datos de calidad y, en consecuencia, estimaciones objetivas y confiables. Una de esas etapas es el trabajo de campo, que es el tema de esta entrega, el cual, cuando se trata de entrevistas presenciales, hay que garantizar una correcta organización y administración.
Para organizar y administrar el trabajo de campo de una encuesta por muestreo, sin importar su finalidad, se requiere disponer de recursos humanos de calidad, recursos económicos suficientes y una buena logística para la operación.
En el caso de los recursos humanos, que son una pieza clave en todo el engranaje de la recolección de datos, para su reclutamiento hay que partir de una previa definición del perfil mínimo requerido para desempeñar una de las funciones que incluye la materialización de la encuesta, que son: entrevistador, supervisor de grupo, coordinador de supervisores, director general de trabajo de campo y cualquier otra posición que se quiera agregar.
Para la definición del perfil mínimo, hay que tomar en cuenta muchos factores, entre los que están: 1) la población objeto de estudio; 2) el nivel de complejidad del cuestionario; 3) el dominio de dispositivos electrónicos para los casos de cuestionarios digitales; y 4) el objetivo de la encuesta.
Luego, se procede con el reclutamiento del personal y el entrenamiento correspondiente, que debe ser teórico y práctico, con énfasis en la responsabilidad y el compromiso ético con que se debe asumir el trabajo. Aún en los casos de disponer de un personal fijo de planta para trabajos de campo, cada encuesta requiere un entrenamiento particular. En fin, el trabajo de campo es una etapa muy delicada; su ejecución no se le puede asignar a cualquier persona ni se puede banalizar.
