Danilo y los sombreros

Danilo y los sombreros

Danilo y los sombreros

Hipólito Mejía levantó un ruido y una polvareda –con la acusación al presidente Leonel Fernández de haberle robado las elecciones y el sometimiento a la justicia por presunta difamación del senador Wilton Guerrero- que han impedido oír y ver dos señales positivas que conferirían ribetes constructivos a la oposición.

En medio de su andanada contra Fernández,  el ex candidato presidencial del PRD separó la paja del trigo para hacernos ver que el presidente electo Danilo Medina es, para él, clase aparte. En ese contexto, ha expresado la voluntad de sentarse a dialogar con el nuevo inquilino del Palacio.

Recordemos que en campaña Medina planteó que una de sus principales acciones –tras lograr el triunfo- sería aproximarse al principal partido de oposición para buscar salidas conjuntas a los grandes problemas del país.

No ha dado este paso todavía y percibo que la razón es la crisis interna del PRD, aunque está bien claro quien es su interlocutor válido.

Miguel Vargas es legalmente el presidente del PRD. Hipólito Mejía es el líder de la oposición, poseedor de la legitimidad que conceden las bases y reivindicado por los votantes después de haber encabezado el gobierno más desastroso de las últimas décadas. El diálogo entre Medina y Mejía no debería esperar más.

Esto no implica, necesariamente, la exclusión de Miguel, pese a  que un eventual acercamiento se percibiría grisáceo.

Otra señal importante emanó la semana pasada de Arturo Martínez Moya, presidente de la comisión económica de PRD, quien planteó su irrestricto apoyo a Medina si conduce las finanzas públicas por la senda de la austeridad y asume un uso decente de los fondos públicos.

Danilo Medina tiene la posibilidad de motivar una oposición colaboradora y racional. En realidad requiere que sea así, pues adversarios le sobrarán dentro de sus propios grupos ante la insoslayable realidad de que hay “muchas cabezas y pocos sombreros” y quienes tienen puestas estas prendas hace ocho años no quisieran soltarlas.



El Día

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