La importancia de ser normal

La importancia de ser normal

La importancia de ser normal

Ana Blanco

Una vez mi hijo me preguntó qué hacia a alguien extraordinario. Le contesté que estar rodeado de personas ordinarias.

Él me miró sorprendido y me dijo que si entonces ser ordinario era malo. Y le dije, todo lo contrario.
Imaginen que el mundo solo estuviera lleno de personas extraordinarias, sería aburrido.

Es una maravilla ser normal, ser esa pieza que encaja perfectamente en el rompecabezas del mundo y que, en su simpleza, es única.

Todos y cada uno de nosotros lo somos, aún cuando no pasemos a los anales de la historia como personas de grandes logros, pero sí lo somos y sí lo logramos.

Es la fuerza del anonimato, de que cada uno haga lo que tiene que hacer para que todo funcione, en este proceso habrá quien destaque por algo y su destino sea convertirse en motor de cambio, de avance para los demás. Pero si no hubiera quien lo siga, lo apoye y lo estimule, de nada serviría su brillo.

La importancia de ser normal. Entender que ser buen ciudadano, respetar a los demás, cumplir con tus deberes y conocer tus derechos, son cosas ordinarias, pero más importantes que ser famoso, rico o eso que nos venden como extraordinario.

Es un tema de equilibrio, balance y de entender que tu paso por este mundo quizá no sea dejar una huella que en un futuro estudien, sino actuar para que haya un futuro. Y eso se logra aunque sea solo influyendo en tu pequeño entorno.

En este punto sé que habrá quien piense que no soy ambiciosa, que no motivo para las personas se superen y triunfen.

Todo lo contrario, aquel cuyo destino sea destacar lo logrará, pero estará siempre acompañado por personas que le han ayudado y cuyos nombres no trasciendan pero que son igual o más importantes. Siempre lo digo, no hay mayor satisfacción que saber que aquello que te toca realizar lo haces bien.

Es, desde mi punto de vista, cómo contribuyo a que el mundo sea un poco mejor.

Y de igual manera lo hace quien lava tu carro, la persona que limpia tu casa, quien te atiende en el supermercado o quien dirige una gran compañía. Todos valen, no todos serán definidos como exitosos pero, desde luego, cada uno hace que el mundo funcione. Ser ordinario no es malo, pero no valorarlo, sí.



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