Al observar el récord de asistencia que se acaba de imponer en Serie del Caribe en Culiacán, México, de 131,312 parroquianos pagando en el nuevo estadio de Tomateros, que superó el de 113,517 que se hizo en Isla Margarita, Venezuela, en los siete partidos de 2014, es fácil concluir que las ligas invernales pasaron con muy buenas notas la temporada anterior. Sin embargo, la euforia de esos números fríos no revela la realidad de lo que sucedió en la campaña anterior, tanto así, que los retos que quedan por delante son mayores.

Las ligas caribeñas tienen de frente un monstruo que se llama Grandes Ligas que cada vez está más en contra del éxito de sus torneos.

Luego de acorralarlas con la limitación de jugadores a través de la fatiga extrema, y con el envío de jugadores a la Arizona Fall League, ahora apunta aniquilarlas, al prácticamente obligarlas a iniciar la próxima temporada más temprano de lo acostumbrado.

El acuerdo laboral que se firmó en diciembre pasado entre el sindicato de jugadores y los dueños de Grandes Ligas señala que la pretemporada de ese evento tendrá dos días menos a partir de 2018, cuando entrarán en vigencia las nuevas restricciones sobre las horas de inicio de los partidos en días que los equipos deben viajar hacia otra ciudad.

Por esa razón, las ligas invernales de Venezuela, Puerto Rico, México y la nuestra tendrán que iniciar sus torneos antes del 10 de octubre, algo que automáticamente las pone en competencia con la postemporada de Grandes Ligas, además, de que es casi seguro alegarán de que sus jugadores jóvenes de mayor cotización necesitan de un mayor descanso. Así será muy difícil!