El delicado rol del árbitro

El delicado rol del árbitro

El delicado rol del árbitro

Rafael Molina Morillo, director de El Día

Si en un juego de pelota de patio se produce una jugada difícil y uno de los equipos alega que el árbitro ha vendido su decisión, lo menos que puede hacer este ante esa grave acusación es renunciar a seguir arbitrando el juego.

En un escenario más exigente, como lo es la vida institucional de la República, un juez que se precie de honorable tampoco tiene alternativa a la hora de adoptar una decisión que la sociedad espera que sea justa.

Lamentablemente, la elección entre “o creen en mí o me voy” no es la disyuntiva que prima en la mente de mucha gente.

La corrupción y la impunidad han ganado últimamente mucho terreno, mientras la ética yace retorcida en el suelo debatiéndose entre la vida y la muerte. Aunque no el único, el Poder Judicial está cada vez más desacreditado en este país nuestro.

Los jueces honestos –que los hay- están forzosamente reburujados con los mercaderes de sentencias –que los hay en mayor número-, y en consecuencia no pasará mucho tiempo sin que pronto todos hayan perdido su credibilidad.

No podemos quedarnos cruzados de brazos. Hay que hacer una gran cruzada para devolver la fe a la Justicia dominicana. Para ello bastaría poner voluntad. De lo contrario, Sodoma y Gomorra quedarán chiquitas a nuestro lado.



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