Aún vivía Trujillo cuando unos muchachos deslumbrados por el marxismo y su dialéctica de origen hegeliana fundaron el MPD.
Estaban opuestos la tiranía, por un lado, y jóvenes ansiosos de libertades, por otro. El proceso –confrontación o transformación— debería conducir a una resolución o síntesis, según la forma de razonar marxista-leninista.
El apogeo de la guerra fría, la crisis cubana de los misiles, coincidió con nuestro accidentado tránsito de tiranía a democracia y en el camino esos patriotas quedaron marginados, optando por más violencia.
Organizaron “comandos urbanos”, enviaron “lo mejor al campo”, siguieron tirando aún concluida la guerra del ’65 y hasta secuestraron un coronel gringo. Ahora los sobrevivientes, añosos y porfiados, pretenden reabrir aquellas heridas reclamando que la Justicia procese a sus adversarios políticos.
Su exigencia coincide con la paz colombiana, cuya magnitud “chiquindolea” al MPD casi a dimensiones de caricatura.
¿Y los cientos de inocentes, policías y guardias asesinados por los izquierdistas revolucionarios dominicanos? ¿Valen menos? La bancarrota moral e ideológica del marxismo aún la ignora penosamente el MPD.