¿Es el “gobierno” haitiano un ente jurídico legítimo con capacidad de efectivamente controlar su territorio y representar la voluntad popular de su pueblo? Parece que no.

Ya venció el plazo para el cual fue electo “presidente” el cantante que se ganaba la vida bailando semidesnudo con escasas ropas de mujer.

Haití carece pues de un gobierno legal que pueda cuerdamente ser interlocutor de otros Estados, especialmente de su vecina República Dominicana.

Esa patética realidad, unida a la demostrada avilantez e hipocresía de la clase política y la indolencia e irresponsabilidad de sus élites, obliga a reconsiderar la relación dominico-haitiana.

Ya la ONU mantiene allá una fuerza de ocupación cuya misión no es propiamente la administración de ese territorio o Estado colapsado.

La comunidad internacional necesita dar el paso de reconocer la realidad tal cual es e intervenir de lleno para continuar o concluir lo que iniciaron los americanos en 1915: reinventar a Haití para que parezca una nación-estado.