“Yo me persigno cada vez que entro a una de las salas; tengo fe, pido a Dios que me proteja”

“Yo me persigno cada vez que entro a una de las salas; tengo fe, pido a Dios que me proteja”

“Yo me persigno cada vez que entro a una de las salas; tengo fe,  pido a Dios  que me proteja”

La enfermera Cita Benítez dice sentirse nostálgica cada vez que hace una ronda al empezar una jornada de trabajo. ELIESER TAPIA

SANTO DOMINGO.-Es mucha la experiencia acumulada que tiene un profesional de más de 20 años de ejercicio. Aunque los tiempos cambien, la base de su práctica suele seguir intacta, a menos, claro, que se trate de una pandemia por Coronavirus.

Las enfermeras y los enfermeros, al igual que los médicos, llevan una carga pesada y peligrosa al constituirse en brazo ejecutor de los galenos.

Una de ellas, Cita Benítez de León, ha tomado muy en serio la obra de Florence Nightingale ejerciéndola ininterrumpidamente desde los 14 años de edad.

Nanyeli Castillo desinfecta a la periodista Alicia Ortega.

“Sé que el coronavirus es algo complejo, tengo familia, tres hijos: uno de 22 otro de 21 y una de 19 años. Además, un esposo de 45 años, pero yo no puedo ablandarme”, declara.

Agrega que tenía mucho tiempo esperando ser nombrada por el Servicio Nacional de Salud y que con la pandemia se le presentó la oportunidad.

Debilidad humana
Pero tras la mujer de convicciones firmes y respuestas puntuales y bien pensadas, algunas sombras de tristeza afloran y al sentirse más en confianza con los reporteros de EL DÍA, se permite abrirse.

Empieza hablando de la nostalgia que la invade cada vez que le toca hacer una ronda al empezar una jornada de trabajo. “Siempre hay pacientes nuevos y otros que faltan, a algunos se les ha dado de alta y otros — hace una pausa—… se han ido”.

En su mirada, la única parte de su cuerpo que puede distinguirse por el recubrimiento protector, empieza a notarse un mayor flujo sanguíneo y una mejor lubricación. Cita está a punto de llorar.

“A veces una se siente empujada a deprimirse, pero no me lo permito, ¡no llores!, me digo a mi misma, tengo que echar pa’ lante. No me puedo afligir”.
De inmediato, la fuerza de su convicción, la devuelve a su compostura inicial.

Extenso personal
Para tratar 19 pacientes en estado crítico por coronavirus se requieren 120 enfermeras distribuidas en tres turnos al día, rotables.
De siete de la mañana a dos de la tarde, de dos de la tarde a siete de la noche y un tercer turno de doce horas. Cada 15 días le corresponde una jornada de veinticuatro horas.

Durante ese periodo laboral no pueden ingerir alimentos, no pueden hacer sus necesidades fisiológicas y permanecen de pie la mayor parte del tiempo.
Para abrir una segunda unidad instalada en el cuarto piso del nuevo edificio de Cecanot, dotada de los equipos necesarios, este personal debe ser duplicado.

Apoyo imprescindible
Pero, ¿qué decir del personal de limpieza? Buscamos algunas reacciones y entre ellas encontramos la de Nanyeli Castillo.

Tiene veinte años de edad, reside en el sector Capotillo de Santo Domingo y coordina uno de los equipos de limpieza.

“Yo me persigno cada vez que entro a una de las salas porque tengo fe, y le pido a Dios que me proteja”.

Precisamente, es lo mismo que le piden a diario sus familiares: “protégete, protégete”, confiesa Nanyeli.

“Tuvimos que entrenarlos a todos de manera acelerada, esto se nos vino encima y debíamos dar respuesta rápida y eficiente”, explicó a EL DÍA el director de Cecanot, Federico Esteban Núñez.

El entrenamiento duró algunas semanas, se realizó en una de las salas de espera del nuevo edificio que aún no ha sido entregado formalmente al centro.

“Parte de mis responsabilidades incluye revisar continuamente los zafacones, vaciarlos y desinfectarlos, además de llevar sus desperdicios hasta el área de desechos”, dice Castillo. Junto a ella, 34 personas más se encargan de colocar las toallas empapadas de cloro que lleva cada puerta de la unidad, cambian las sabanas de las camas, limpian el piso y desinfectan otras áreas.

Esta labor les permite hacer contacto visual con los pacientes. “A veces vengo y hay más y a veces menos cuando les dan de alta o cuando mueren”, declara triste. Su experiencia, le ha valido para decidirse por estudiar medicina.



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