Como seres humanos siempre estamos buscando o dando sentido a lo que hacemos. Es una necesidad natural sentir que nuestra vida tenga un motivo, un propósito o un sentido.

Y es que gran parte de nuestro bienestar y salud dependen de lo que va ocurriendo en nuestro andar, los obstáculos que vamos encontrando, la manera en que los enfrentamos y el sentido que damos a lo que hacemos.

En la construcción de nuestra identidad pasamos por diferentes etapas. Sin embargo, en cada una de ellas es importante entender que “las cosas que hacemos no son las que dan sentido a nuestra vida, sino que es el sentido que damos a nuestra vida lo que es capaz de significar, o no, las cosas que hacemos”.

Nos pasamos la vida formulamos muchas preguntas y buscando muchas respuestas. ¿Tiene sentido seguir haciendo lo que hago? ¿Vale la pena insistir en ese camino o debo cambiar? ¿Estoy satisfecho con lo que tengo? ¿Elegí libremente este camino?

Es normal tener dudas y temores, muchas veces estas nos ayudan a descubrir la certeza de trabajar en nuestro proyecto personal y perseverar, a pesar de las dificultades.

Recordemos que com o seres humanos tenemos la consciencia y capacidad de elección permanente. Por lo tanto, no solo somos responsables de lo que hacemos, sino también la suma de nuestras acciones. Es ahí que entra en juego nuestra escala de valores… y son ellos los que dan sentido a nuestra vida.

Vivir la vida con sentido nos ayuda a darnos cuenta qué es lo más importante. Y este conocimiento es lo que nos centra en luchar y no en llorar, en hacer y no en quejarnos, en cómo desarrollar la alegría y el entusiasmo, en recuperar valores como la amabilidad, agradecimiento, generosidad, perseverancia e integridad.

En definitiva, valores, virtudes y actitudes son indispensable en el equipaje que nos deben acompañar en nuestro caminar por la vida, porque ser grande es una manera de ser. Poco importa el rumbo que elegimos, para mí, lo que en realidad marca la diferencia es que lo que elegimos sea tan importante como para pensar que, por sí solo justifica, nuestra existencia.