Ninguna legislación que pueda surgir en el ambiente democrático parece poder detener las campañas electorales a destiempo. Esto así porque el proselitismo y la pasión forman parte de la cultura dominicana.
Ni la pandemia detuvo la agitación electoral y parece que la crisis actual tampoco.
El país se dio unas leyes Electoral y de Partidos Políticos, previo a los comicios del 2020, que imponían una serie de plazos para las campañas y las precampañas que han sido irrespetados de manera olímpica sin que se hayan producido sanciones.
La Junta Central Electoral ha tenido que jugar a hacerse la “desentendida”, al parecer convencida de que lo que está en la idiosincrasia de un pueblo no se cambia con simples legislaciones, como se ha pretendido.
Eso sin el margen de que EL DÍA entiende que muchas de las medidas contenidas en esas legislaciones no soportan una revisión constitucional.
Conscientes de esa realidad, saludamos como oportuno el llamado a la unidad nacional para afrontar los grandes retos nacionales que hace el obispo Jesús Castro en un artículo que se publica en esta edición.
No guardamos falsas esperanzas de que el proselitismo se atenúe en estos tiempos de crisis. Por el contrario, todo indica que seguirá aumentando.
Y eso no es malo.
Lo criticable es que esas acciones incluyan dañar al país o distraer los esfuerzos que se necesitan para sobrellevar y superar una crisis como la actual, que tiene altos componentes externos.
No aspiramos ni propugnamos porque se detenga el proselitismo, simplemente planteamos que no se anteponga al interés nacional.