Se apagó una estrella

Se apagó una estrella

Se apagó una estrella

Federico Alberto Cuello

Lúgubres lucían las luces del 23 de diciembre 2023. Un infarto fulminante se llevó a Hans Dannenberg, luego de 18 años de servicio activo.

Pocos países han tenido un representante tan carismático e incansable.
Sus 15 años en La India lo catapultaron al decanato del cuerpo diplomático, ejerciendo una labor reconocida por anfitriones y colegas por igual.

Sus 15 concurrencias debieron ser repartidas entre 5 embajadas diferentes luego de dejar La India para trasladarse a Rusia.

Sus 15 meses en Rusia sólo fueron interrumpidos por una dolencia preocupante que motivó su reciente traslado a Canadá, no sin antes desplegar esfuerzos sin precedentes para capturar una fuente de turismo que desde hace años demandaba más atención.

La guerra de Ucrania lo sorprendió en Vladivostok, desde donde había logrado ya un vuelo directo a Punta Cana.
El anecdotario de Hans es infinito por lo diverso de su carrera y su extraordinaria capacidad para relacionarse.
De las muchas que pudiera compartir, me quedo con la del nado de los continentes.

Entre agosto y septiembre 2010, Marcos Díaz conectó los 4 continentes, nadando entre Oceanía y Asia, Asia y África, África y Europa, Eurasia y las Américas.
Culminaban los primeros diez años de los objetivos del milenio y Marcos necesitaba de sus embajadores para poder nadar entre ocho países.

Gaby Bonetti se ocupó de la ruta entre Jordania y Egipto, Francisco Caraballo de Marruecos y España, y Hans de Papúa e Indonesia.

La parte de Hans parecía ser la más sencilla, pues Papúa e Indonesia comparten la misma isla.
Nada más lejos de la verdad.
La capital de Papúa, Port Moresby, queda en el extremo oriental del país. La frontera con Indonesia queda en el mismo centro de la isla. Llegar ahí no es cosa fácil.

Marcos y su grupo, con Hans a la cabeza, debieron atravesar la tupida jungla de Papúa, sin más infraestructura que caminos agrestes.

“No había gasolineras, luces en los caminos ni posadas donde alojarse”, me contaba Hans pocos meses después.
Sin el apoyo que consiguió del Gobierno de Papúa, el trayecto salvaje hasta la frontera habría sido imposible.
Al llegar, les esperaba una multitud de aborígenes locales, prevenidos por los tambores que no dejaron de sonar durante el largo camino desde Port Moresby.

De ahí a Jordania, luego a Marruecos, para seguir hasta el extremo oriental de Rusia y, por último, un 15 de septiembre 2010, al muelle de Brooklyn frente a la sede de la ONU, donde el 8vo. secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, lo esperaba junto a los embajadores de los 8 países conectados por Marcos Díaz.

Varios años más tarde regresaría Hans a Papúa junto a varios delegados ministeriales, presentándoles jefes de Estado y ministros africanos y asiáticos, haciendo gala de su vasta red de contactos.

“Extrañamente, ninguno sabía dónde quedaba Zimbabwe, a cuyo presidente les presenté”, contaba riendo a carcajadas.

Su familia y sus colegas compartimos este momento de duelo, ahora que se apagó la estrella de Hans, dejándonos el fulgor de su recuerdo como gran amigo e incomparable embajador.



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