Salami Republic

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En el momento que usted lea estas líneas se encontrará de una manera u otra cerca de alguien o alguna empresa que este ingiriendo o manejando productos para consumo humano de forma inadecuada.

Si está en su horario de trabajo, en breve le dará el olorcito a fritura, del gordito que siempre va a la esquina a las 11:00 a.m. a merendar.

Si va por las carreteras verá los puestos de ventas de batata con humo de camión Mack o las arepas de Bayacanes con aderezo de tierrazo del camino; y si quiere algo suculento, dese una vueltica por la entrada a San  Francisco de Macorís  transitando por la Autopista Duarte y deguste su puerquito gourmet a la intemperie.

Si le “ataca” la sed tiene usted diversas opciones: podría ser una deliciosa y refrescante agua en fundita; un frio y vistoso esquimalito de esquina o un buen jugo de china (de las que van abajo del triciclo y que se embarran de toda la “ñeca” del camino, como decía Freddy Beras Goico que tanta falta hace).

Pero hay más, usted tiene como opción, su agua de coco con hielo de quién sabe dónde, o jugo de caña manipulada por las mismas manos que se pasan el día en la calle y, en consecuencia, hacen todas sus necesidades en precarias condiciones.

¿Maní dulce? ¿Queso de hoja? ¿Chicharrón? ¿Semillas de cajuil?, esos son entremeses premium de gastronomía urbana con influencia afroamericana de la parte oeste de la isla.

¿Y qué decir de un buen yaniqueque en playa?, no hay nada más bueno que un yaniqueque, pero ojo, no pregunte cuántos días lleva ese aceite friendo.

Estas son sólo algunas de las exquisiteces locales expendidas sin ninguna regulación, sin control, sin una cara responsable, sin sanción, sin nada.

Cuando Altagracita quiso alertar sobre algo, no dijo nada nuevo porque lo sabíamos, y simplemente, lo tolerábamos tal como lo hacemos con todo lo anteriormente descrito, así que dejémonos de aspavientos en Salami Republic…

 



El Día

Periódico independiente.

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