La Villa Olímpica, epicentro de la vida de los atletas durante los Juegos, acostumbra a ser un terreno propicio para que los deportistas entablen relaciones, fugaces o duraderas, que han llevado a los organizadores a prever el reparto de 150,000 preservativos.
Desde que en Barcelona-1992 se impulsara la idea como forma de luchar contra el fantasma del sida, la cifra se ha ido elevando cada vez.