Hay profesionales de la medicina que son verdaderas estrellas en las relaciones humanas que sostienen con sus pacientes o con quienes asisten a sus consultas.
Otros no. Esta relación me parece importante, porque pienso que algunas enfermedades evolucionan según el estado de ánimo del que las padece y según la confianza que sea capaz de depositar en su facultativo.
El tipo de relación establecido, en lo general, entre médico y paciente, está más condicionado que en otros períodos históricos por el peso y la incidencia mayor que tienen los recursos financieros en casi todos los ámbitos de la vida y de los servicios sociales.
Considero, sin embargo, que ayer y hoy el factor esencial ha sido y es el grado de formación humana del y la profesional de la salud.
Contra la mayor humanización del servicio de salud, opera lo que se ha venido constituyendo en una cultura, es decir, el hecho de que lo financiero se ha convertido, con importantes excepciones, en punto de entrada y motor del ejercicio médico.
No por casualidad las oficinas que se encuentran en los lugares de entrada de la mayoría de los centros clínicos son los correspondientes a pagos de servicios y de seguros médicos.
En nuestros centros médicos, y sobre todo en los centros públicos, hay otro factor que interviene de manera importante, me refiero a lo poco estimulantes que son los sueldos percibidos por médicos, enfermeras y personal de apoyo dentro del sistema de salud.
Hoy muchos valladares se oponen al ejercicio de la medicina y de otras profesiones dentro de una perspectiva más humanista. Pero esta perspectiva debe ser pretendida, por eso abogamos por una nueva cultura en la relación médico-paciente, médico-consultante. Se hace necesario que la expectativa y el profundo deseo de los pacientes de ser tratados como seres humanos que ponen su fe, su esperanza de curación en otros seres humanos, no caigan en saco roto.
Debe imponerse una nueva cultura en que el paciente sea tratado con amabilidad, se le mire, se le oiga, se le den explicaciones; en fin, una nueva cultura en que se procure lograr la empatía entre el médico, el paciente y sus familiares.
En el mundo actual hay muchas cosas que no deben ser. El sociólogo Z. Bauman refiere que algunas de ellas se revelan “en la ausencia de reacción ante el sufrimiento de otros, al negarse a comprender a los demás, en la insensibilidad…. (“Ceguera moral”, Pág. 19). Deseamos que no haya quien esté más alejado de estas formas del mal que nuestros profesionales de la salud.