Recuperar los restos de los héroes del 14 de junio e interrogar a la muerte

Recuperar los restos de los héroes del 14 de junio e interrogar a la muerte

Recuperar los restos de los héroes del 14  de junio e interrogar a la muerte

Muestra de los trabajos de campo durante labores de recuperación de restos en San Isidro.

In memoriam a doña Conina Mainardi, en su nombre a todas y todos, tan dignos

La dictadura de Trujillo, igual que Pinochet en Chile o Videla en Argentina y otros tantos, no se conformó con fusilar opositores apresados, sino que extraviaron sus restos en un vano esfuerzo por escamotear la memoria. Así pasó con los restos mortales de los integrantes de la expedición guerrillera de junio de 1959, tras ser apresados, heridos, torturados o caídos en combate.

Durante décadas, los familiares junto a las generaciones de dominicanos de bien reclamaron infructuosamente su derecho a conocer el lugar donde recuperar los restos de sus deudos.

Los antropólogos Dr. Fernando Luna Calderón y Glenys Tavares junto a parte de los restos en el laboratorio del Museo del Hombre Dominicano. agn

En palabras de doña Carolina Mainardi (Conina): “Logrado ya el monumento a través del tiempo, viene lo más difícil de nuestra jornada que era seguir recuperando cadáveres.

Teníamos noticias de que un grupo grande, después de torturados, fueron fusilados y enterrados en el recinto militar de la Academia Batalla de las Carreras”, antiguo Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas CEFA, en San Isidro.

Antropología e Historia se complementan desde su respectivo instrumental teórico-metodológico, sus enfoques nos cuentan sobre el pasado y el presente. Así quedó evidenciado con el proceso de localización e identificación de los restos de los héroes de junio.

En 1987 los antropólogos dominicanos Dr. Fernando Luna Calderón (entonces director del Departamento de Antropología Física del MHD) y su asistente Glenys Tavares, condujeron la búsqueda de los restos de los expedicionarios.

Para el abordaje de esa dura jornada, la investigación arqueológica implicó “la revisión histórica del hecho en sí para obtener conocimiento general y datos fehacientes” que ofrecieran un marco apropiado en el inicio de la empresa, como lo destacó Glenys Tavares durante una conferencia en el AGN el 16 de junio de 2017.

En el centro Poncio Pou Saleta, sobreviviente de la expedición y doña Carolina Mainardi (Conina).

Desde la antropología social, fueron utilizadas entrevistas abiertas que resultaron de ayuda durante el proceso de trabajo.

La investigación fue dividida en tres etapas: la documental, desarrollada antes, durante y después de la excavación con el objetivo de inferir datos que pudieran ser determinantes en la identificación; información biográfica, incluidos datos sobre salud-enfermedad; así como alguna seña particular.

La segunda, referida al trabajo en campo: excavación, limpieza inicial y levantamiento de datos en el sitio. Decisiva para la reconstrucción de lo sucedido: forma de muerte y enterramiento, entre otros datos precisos asociados al esqueleto.

La tercera fase, de laboratorio: levantados los restos y trasladados al laboratorio para limpieza sistemática y posible restauración, aporta datos fundamentales del individuo posibilitando su identificación.

Realizados los protocolos de rigor: permisos, instrumentos de trabajo, se procedió a la planificación de la excavación en el terreno, tras la limpieza en la zona considerada neurálgica que estaba cubierta de vegetación. Se realizaron entrevistas que ayudaron a ubicar el área de enterramiento, quiénes eran los prisioneros y la forma de muerte.

Las excavaciones iniciaron el 15 de abril 1987. Las tareas de campo culminaron 15 de julio. Es un período tradicionalmente lluvioso, pero ese año fue seco y cuando llovió en la región no alcanzó la zona de trabajo.
La localización de los restos se logró con mucho esfuerzo. 15 días después de iniciados los trabajos se produjo el primer hallazgo.

Falta de información precisa en principio, lo iniciado atendiendo un orden, a la semana ya continuaba obedeciendo al azar. Los restos no aparecían y la desesperanza asomaba en deudos y técnicos.

Un informante clave relocalizó el área y tras los primeros hallazgos fue más fácil continuar, porque se sabía por la información recibida que estaban enterrados en una misma área.

Glenys Tavares afirma que, “el azar fue común en la muerte de los prisioneros: en aquellas circunstancias se desconocía cuándo y quiénes iban a morir por día. Los enterramientos fueron realizados en fosas comunes con diferencia de días y en el número de individuos”.

Las evidencias permitieron confirmar que los verdugos enterraban en una misma fosa las víctimas de un mismo día. Los esqueletos localizados estaban distribuidos en 11 fosas comunes.

La fosa mayor albergó 12 víctimas, dos con siete, dos con seis, dos con cinco, tres con cuatro, una tenía tres, dos con dos. Según testimonio de testigo, en el caso de tres, fueron traídos en ambulancia desde Constanza y enterrados aquí, lo cual confirma que no todos fueron fusilados en San Isidro.

La que contenía tres esqueletos: El informante contó durante las excavaciones que cuando trajeron los expedicionarios muertos, hicieron la fosa “de los que trajeron de Constanza, cuando los tiró en la fosa, porque era así como lo hacían, se quedó con un pedazo de la frente en la mano. Y él nos dijo: ‘Me asusté tanto que lo tiré… debe aparecer…’, y efectivamente así fue confirmado más tarde con su localización.

Las huellas recuperadas permiten establecer claramente la diferencia entre los que murieron en combate en la loma y los apresados. En el caso de éstos últimos, “las huellas de la tortura no tenía madre… Según nuestros informantes, algunos estaban muy débiles y no se podían mantener de pie en el paredón”, narró Glenys Tavares.

Esa jornada de antropología forense en julio 1987 en la que fueron identificados los restos de 26 expedicionarios de los más de 60 exhumados, permitió documentar para la historia las circunstancias de la muerte de esos héroes: a unos los asesinaron esposados después de haberlos torturado, otros envueltos en alambres de púa, casi todos recibieron balazos en la cabeza.

Ya antes, tras la caída de la dictadura, en Puerto Plata el Dr. José Augusto Puig, distinguido antitrujillista y mártir de la tiranía “con una discreción admirable logró rescatar los restos de 52 combatientes. Los fue reuniendo en su propia casa”, (Carolina Mainardi, Vivencias, 2000:197).

Frente a la versión oficial el rescate de los restos, permitió documentar de forma incontrovertible las circunstancias de los fusilamientos. Esta dura experiencia nos muestra el carácter tributario que para la ciencia de la historia tienen la arqueología y la antropología forense, lo cual es particularmente relevante en la crucial tarea de recuperación de la memoria y violación de derechos humanos.

Desembarco

— De exiliados
El desembarco de Constanza, Maimón y Estero Hondo tuvo lugar los días 14 y 20 de junio de 1959 con el propósito de derrocar la tiranía encabezada por Rafael Leonidas Trujillo.

*Por AQUILES CASTRO

Historiador y antropólogo



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