Ramón Mella: vivir y morir por la Patria

Ramón Mella: vivir y morir por la Patria

Ramón Mella: vivir y morir por la Patria

Matías Ramón Mella nació el 25 de febrero de 1816 en la ciudad de Santo Domingo.

Ni la isla geográfica, ni la nación sociocultural ni la república jurídica, alcanzan por sí solas a conformar la Patria.

La Patria es espíritu encarnado en hombres y mujeres que la calientan en sus corazones, la perfilan en sus mentes, la construyen cada día con sus brazos y la defienden con sus vidas. La Patria solo existe en el alma de los patriotas, donde quiera que estén.

Ella palpita en el suelo entrañable que se pisa, el limpio cielo que flota sobre nuestras cabezas, es el río, el árbol, la montaña, y es también la memoria de quienes por ella lo padecieron todo, lo entregaron todo, hasta la propia vida. Mella es también la Patria.

Junto a Duarte

Desde sus orígenes estuvo Mella junto a Duarte y Sánchez en el maravilloso alumbramiento, ese suceso magno que significa fundar una república y colocarla en el concierto de los pueblos libres, que es como encender una estrella nueva en el cielo de la libertad.

Su mente amplia, capaz de ver más allá de donde suelen ver los hombres comunes, que es como deben ver los que se arriesgan a conducir y organizar pueblos, comprendió enseguida la necesidad de apoyar la idea del Padre Fundador y buscarle formas viables.

Conspiró no solo con sus amigos sino también con los enemigos de sus enemigos, para abrirle camino al nacimiento de la república. Se fue de comisionado a Los Cayos, en Haití, para encontrarse con los adversarios de Boyer, y tuvo éxito.

Patriota valiente

No fue casual su designación al frente de la principal región de la república recién nacida. Ni tampoco que su clara visión procurara, sin éxito esta vez, poner la jefatura del Estado en manos de aquel en quien se personificaba la aspiración de la patria libre, soberana y justa: Juan Pablo Duarte.

Esa lealtad le costaría el destierro, la calumnia y el inicio de los tragos amargos. No renegó de sus principios, sin embargo, y cuando pudo regresó a colaborar del mejor modo en el avance del país, sin importar angustias ni desfallecer ante las decepciones que suelen traerle a un espíritu elevado las pasiones mezquinas de los hombres.

Sirvió bajo el mandato de Santana para no dejar desamparada la patria en horas de convulsiones y flaquezas. Contribuyó con su empuje vigoroso en la batalla de Las Carreras a la derrota del invasor haitiano.

Más tarde se enfrentará al caudillo temerario al consumarse la traición anexionista que de un plumazo quiso sepultar la república bajo el manto podrido del viejo coloniaje.

Amaba a España, como procreadora de la cultura a la que orgullosamente pertenecía, pero quería hablar español dominicano.

Al estallido de la dignidad en Capotillo acudió presuroso a ocupar su lugar en las filas patriotas, y regresó a Santiago, la ciudad que envuelta en llamas se defendió dispuesta a convertirse en escombros antes que permitir que el aire perfumado del Cibao acariciara en los mástiles de sus plazas las banderas del bravo león ibérico.

Fue ministro de guerra, y condensó en una breve circular la doctrina militar que acarrearía a la postre el mayor desastre sufrido hasta entonces en las Antillas el ejército español.

Su probado patriotismo y la capacidad demostrada para enfrentar con éxito los desafíos a que era sometido el Gobierno Provisorio, hizo que lo elevaran a vicepresidente, pero la enfermedad había minado ya su cuerpo y la muerte cubrió con solemne manto su utilísima vida, no sin antes darle la oportunidad de abrazar por última vez a su amigo Duarte, y al pedir que su cuerpo fuera cubierto por la bandera tricolor, dejar el más fervoroso mensaje para las generaciones porvenir: “Aún hay patria. ¡Viva la República Dominicana!”

— Decidido
Su valor personal y la capacidad para decidir en el momento oportuno produjeron el trabucazo salvador en la Puerta de la Misericordia, la noche del 27 de febrero de 1844.

*Por CARLOS RODRÍGUEZ ALMAGUER
Historiador, encargado de la División Prensa Diaria Dominicana, vicepresidente del Instituto de Estudios Antillanistas “General Gregorio Luperón” y vicepresidente de la Fundación Máximo Gómez



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