Las Mirabal

Las Mirabal

Las Mirabal

Las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron tres de las víctimas de la tiranía de Trujillo. Su asesinato marcó el inicio del fin de la tiranía.

En junio de 1960 la República Dominicana fue objeto de severas sanciones económicas y diplomáticas por parte de la Organización de Estados Americanos, a raíz del fallido atentado contra la vida del presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt. La responsabilidad de ese atentado recayó sobre el dictador Trujillo, quien era enemigo declarado del mandatario venezolano.

Consecuencia de esas sanciones, durante breve período el régimen dictatorial flexibilizó los métodos de represión contra sus opositores internos, especialmente cuando una delegación de la OEA visitó el país con el propósito de investigar la situación de los grupos políticos disidentes. Por tal motivo en agosto de ese año fueron puestos en libertad algunos presos políticos, miembros del Movimiento 14 de Junio, entre los que figuraban las hermanas Mirabal.

Varios de esos activistas políticos, ahora en libertad, buscaron asilo en diferentes embajadas, y eventualmente pudieron salir del país, pese a que la dictadura intentó por varios medios, con falsas promesas e incluso amenazas, convencerlos para que reconsideraran su decisión.

Minerva y María Teresa, afirmaría años después su hermana Dedé, nunca descuidaron sus deberes patrióticos y mucho menos pensaron en asilarse.

A mediados de 1960, Trujillo realizó un recorrido por la región del Cibao, pues había comenzado una campaña con el objeto de presentarse como candidato a las elecciones presidenciales del siguiente año.

En esa ocasión ofreció declaraciones a un periodista en las que denunció actividades conspirativas de algunos agitadores enemigos de su gobierno, a los que llamaba comunistas, con el propósito de alterar el clima de paz y tranquilidad que, según él, vivía la nación. En esas declaraciones públicas, el dictador identificó algunos de esos enemigos de su gobierno, entre los cuales citó a ciertos Testigos de Jehová y a la familia Mirabal.

Incluso, se dice que, a principios del mes de noviembre, mientras se hallaba de visita en Salcedo, comentó con algunos amigos y relacionados que solo tenía dos grandes problemas políticos por resolver: la iglesia católica y la familia Mirabal”.

Así las cosas, a pesar de los movimientos que realizaban los servicios secretos del gobierno y del sorpresivo traslado de sus esposos a la cárcel militar de Puerto Plata a principios de noviembre, parece ser que Minerva y María Teresa no se les ocurrió pensar que ello formaba parte de un plan para tenderles una trampa mortal.

Ya con Manolo Tavárez y Leandro Guzmán trasladados a Puerto Plata, los caliés, como eran conocidos los miembros de la policía secreta de Trujillo, fijaron el viernes por la tarde como único día de visita. Para ello, las hermanas Mirabal (que se encontraban bajo prisión domiciliaria) primero debían cumplir con el trámite de solicitar permiso a la oficina del SIM en Salcedo, y luego dirigirse a la ciudad de Puerto Plata.

Para entonces ya la cúpula militar del servicio de inteligencia, tanto de la capital como de la región del Cibao, cumpliendo instrucciones de Trujillo, había preparado un plan para asesinar a las hermanas Mirabal y simular un accidente de vehículo en el trayecto de regreso a su pueblo natal.

El viernes 25 de noviembre de 1960 fue el día de la tragedia. Aunque el esposo de Patria, Pedro González, se encontraba preso en la cárcel de La Victoria, en la capital, el día anterior ella decidió acompañar a sus hermanas para visitar a sus cuñados.

Salieron de Salcedo antes del mediodía, se detuvieron en Santiago y luego continuaron rumbo a Puerto Plata. La visita estaba fijada para las 4 de la tarde y solo tenían una hora para ver y conversar con sus esposos, quienes ya les habían advertido que no viajaran tan lejos a verlos, porque tenían informes de que se tramaba contra sus vidas.

Serían aproximadamente las 5:30 de la tarde cuando las tres hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), a bordo de un jeep Land Rover que conducía el chofer Rufino de la Cruz, se disponían a tomar la carretera rumbo a Salcedo. Entonces advirtieron que eran seguidas por un vehículo diferente del que usualmente utilizaban los caliés de la dictadura (por lo regular se desplazaban en carros Volkswagen, modelo escarabajo, pero que la gente los llamaba “cepillos”).

Al cabo de varios kilómetros, en la vieja carretera que conectaba a Puerto Plata con Santiago y otras poblaciones aledañas, el vehículo en el que viajaban las Mirabal fue interceptado por los caliés. Acto seguido, sus ocupantes fueron obligados a desmontarse y abordar el otro carro, porque tenían órdenes de conducirlas donde el jefe militar de la zona. Pero en ese mismo instante, Patria, al ver un camión pasaba por el lugar, le gritó al chofer lo siguiente: “¡Dígale a la familia Mirabal en Salcedo que los caliés nos han cogido y que nos van a matar!”.

En la vieja carretera de La Cumbre, a la altura de un camino secundario, las hermanas Mirabal y el chofer Rufino de la Cruz, fueron llevados a un matorral y brutalmente asesinados a palos y estrangulados. Luego, sus cadáveres fueron colocados en el jeep en el que viajaban y lanzados al abismo para simular una muerte por accidente.

La terrible noticia se supo al otro día en Salcedo, y en la sección de Conuco, de donde eran oriundas. Nadie en el país creyó la versión sobre el supuesto accidente publicada por la prensa oficial, pues la gente sensata y decente del país sabía que se trataba de un horrendo crimen cometido por órdenes del dictador Trujillo. Tal como había sucedido con otros opositores del régimen que también fueron eliminados físicamente en supuestos accidentes automovilísticos.

Durante las sentidas honras fúnebres de las tres hermanas Mirabal, su hermana Dedé, inconsolable, gritaba: “Salcedo, aquí están tus hijas, han muerto por la libertad de tu pueblo”. “¡Las mataron, son unos asesinos!

El pueblo de Salcedo lloró y despidió a sus tres heroínas con dolor indescriptible. Crimen tan horrendo consternó y estremeció la conciencia nacional, pues en la medida en que corrió la noticia de la muerte de las hermanas Mirabal, en todo el país hubo un repudio generalizado a la dictadura y sus esbirros.

Se reavivó el sentimiento de rechazo generalizado a Trujillo y a su régimen despótico, a tal punto que, al siguiente año, el 30 de mayo de 1961, Trujillo fue ajusticiado a manos de un grupo de conjurados.

A partir de ese acontecimiento histórico se inició el proceso de desmantelamiento de la maquinaria dictatorial y, tras la posterior salida de la familia Trujillo del país, comenzó la construcción de la democracia en la República Dominicana.

Desde entonces, las tres heroínas y mártires de Salcedo son recordadas permanentemente por la posteridad agradecida. Su lucha y sacrificio no fueron en vano y han adquirido dimensiones internacionales. Hoy, en Salcedo, existe una Casa Museo cuyo jardín es una especie de mausoleo -declarado oficialmente extensión del Panteón de la Patria- en el que yacen sus restos mortales, junto a los de Manolo Tavárez Justo, el fiel y consecuente esposo de Minerva, también declarado héroe nacional.

Un poema de Pedro Mir, titulado “Amén de Mariposas”, contiene unos versos en los que el Poeta Nacional escribió: “Cuando supe que habían caído las tres hermanas Mirabal/ Me dije/ la sociedad establecida ha muerto/ Porque/ Hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al tiempo/ y pirámides absolutas erigidas sobre las civilizaciones/ que no pueden resistir la muerte de ciertas mariposas”.

El 25 de noviembre de 1981 tuvo lugar en Bogotá, Colombia, el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, que declaró el 25 de noviembre Día Internacional No Violencia contra las Mujeres en honor a las tres heroínas dominicanas.

Posteriormente, en 1999, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas consagró el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en honor a las hermanas Mirabal.