¿Qué Senado tenemos?

¿Qué Senado tenemos?

¿Qué Senado tenemos?

La calidad de un Senado como colectivo se perfila por la de cada uno de sus miembros en particular. Un buen Senado lo conforman buenos senadores, lo mismo que un mal Senado lo integran malos senadores.
La calidad de ese cuerpo no lo definen las excepciones, sino la generalidad.

Pocas cosas hay más peligrosas para una democracia que un mal Congreso, tanto cuando se daña a sí mismo, como ocurrió en el Perú de Fujimori, como cuando daña a otras instancias, como en el Perú de Martín Vizcarra.

A la democracia, por tanto, le conviene un Senado con criterio de Estado, visión de futuro, compromiso con el desarrollo, fiel a las prácticas democráticas, con pericia política, con formación humanística, con sentido de la historia y responsabilidad social.

Las actuaciones del actual Senado de la República Dominicana da mucho que pensar sobre su calidad.
Cada uno de esos inquilinos de curules de la Cámara Alta llegó impulsado por cuestionamientos que hacía una parte importante de la población a prácticas a las que ahora se aferran con tal firmeza que pareciera preferirían el caos a que se eliminen.

Más aún, intentan mostrar colmillos y garras con rugidos amenazantes a los medios periodísticos que sacan a relucir detestables malas prácticas en las instancias legislativas, igual como han hecho en otras instancias del Poder Ejecutivo, del Judicial, de los órganos de control o constitucionales.

Este Senado se conformó con una oportunidad de oro de distinguirse de otras conformaciones, pero también puede convertirse en una nueva y más profunda decepción.
Su accionar dará respuesta a la pregunta con la que se titula esta nota editorial.



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