Brasil, país de enorme potencial económico, forma parte de lo que la comunidad internacional denomina como los BRIC.
Estas son las siglas de Brasil, Rusia, India y China, países que se espera formen el núcleo del poder económico futuro del mundo.
Su presidente, Dilma Rousseff, goza de gran popularidad, llevada al poder de mano de su antecesor, el aún más popular Lula da Silva, presidente de extracción obrera. Rousseff ha logrado que Brasil sea la sede de la próxima Copa Mundial de Fútbol de la FIFA en el 2014, así como sede de los Juegos Olímpicos de 2016. Dos de los eventos mundiales de mayor prestigio.
Sin embargo el actual mandato de Rousseff también ha estado marcado por una agudización de la actual recesión mundial, disminuyendo no solo la demanda de sus bienes primarios, sino también sus precios; una creciente ola de criminalidad y falta de seguridad ciudadana que la militarización de sus principales ciudades solo ha podido mitigar parcialmente; escándalos tras escándalos de corrupción, que han conllevado a destituir y a enjuiciar siete ministros de sus gabinetes.
Todo aparentaba estar en el sendero correcto del progreso y la paz, pero el alza súbita de unos pasajes del transporte urbano en sus ciudades principales ha provocado estallidos violentos de tal nivel, que hasta a los propios brasileños se han quedado asombrados!
La desigualdad socio-económica se viene agudizando y los programas sociales creados por Lula, lejos de resolver esos problemas de pobreza y marginalidad, solo han logrado crear dependencias viciosas.
Para romper ese círculo peligroso del distanciamiento aun mayor entre ricos y pobres, Brasil tiene que acceder rápidamente a vías más innovadoras de inclusión social, para no desviar su trayectoria socio-económica, que hasta ahora aparentaba ser un camino venturoso, que también ha sido modelo para Dominicana.