Pruebas PISA y nosotros

Pruebas PISA y nosotros

Pruebas PISA y nosotros

José Mármol

No son nuestros muchachos, nacidos en el año 2000, los culpables del pésimo desempeño del país, en términos de competencias para resolver problemas en matemáticas, ciencias y lengua o lectoescritura, al ser sometidos en 2015 a las pruebas internacionales PISA (Programme for International Student Assesstments), en español, Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, auspiciadas por la OECD (Organisation for Economic Co-operation and Development, en español, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).

La culpabilidad o responsabilidad recae sobre las generaciones precedentes de gobernantes, políticos, funcionarios, educadores, universidades y demás actores del sistema educativo dominicano, cuyo déficit o deuda social educativa acumulada tiene su punto de inflexión en haber ignorado, ‘ex profeso’, la disposición de la Ley General de Educación 66-97, que establece el 4 % del Producto Interior Bruto (PIB) para ser invertido en la educación preuniversitaria.

Esto así, aunque PISA no analiza programas escolares nacionales, sino, más bien, los conocimientos, competencias y aptitudes de estudiantes de 15 años de edad, sin importar su nivel de escolarización, para su bienestar personal, social y económico. Porque la educación actual lo que procura es desarrollar en las nuevas generaciones capacidades para entender y resolver problemas a través del conocimiento.

PISA no se queda en el mero análisis de la situación escolar de aquellos países que deliberadamente deciden someterse a las pruebas. Persigue, en esencia, promover la mejora de la calidad educativa.

En tal virtud, hay que saludar la decisión dominicana en formar parte de los más de setenta países que pasaron por la evaluación de estudiantes en 2015, aunque los resultados negativos fueran previsibles.

Sin embargo, como explicó el ministro de Educación, Andrés Navarro, este resultado, que nos colocó en el último lugar en matemática y ciencias, y sólo por encima de Kosovo, Argelia, Macedonia, Túnez y Líbano en lengua o lectoescritura, nos permitirá ir evaluando el progreso educativo cada tres años, hasta que los estudiantes que alcancen quince años de edad se hayan formado al amparo de las transformaciones educativas que la voluntad política y las directrices educativas de los gobiernos de Danilo Medina están protagonizando, con el 4 % del PIB para la educación preuniversitaria logrado por la sociedad. Esta es la forma en que iremos saldando esa injusta y vergonzosa deuda social e histórica.

República Dominicana se situó a un 25 % del desempeño de Chile, al 33 % del promedio de los países de la OECD y a un 60 % de Singapur, el país que obtuvo el primer lugar de esta edición de PISA 2015. De modo que un estudiante de 15 años de edad de Singapur, país del tamaño de la provincia de Samaná, aventaja a un estudiante dominicano de la misma edad en 7.5 años más de escolaridad.

Es decir, que los conocimientos y competencias para resolver problemas que posee un estudiante singapurense de primer curso de básica, los alcanzaría uno nuestro entre séptimo y octavo grados. Además, cada 40 de 100 estudiantes de Singapur alcanzan niveles de excelencia, mientras República Dominicana sólo consigue uno de cada 1000 estudiantes.

Esta es la consecuencia de que en Singapur, desde 1959 se haya destinado el 20 % del presupuesto nacional, algo más del 3 % del PIB, en educación pública, y de haber concebido y adoptado una estrategia de Estado que hace que los niños se jueguen su futuro académico y profesional desde los niveles iniciales de la escuela primaria pública y obligatoria.

En el mejor de los casos, el salario promedio de los docentes dominicanos es de 12,000 dólares al año, mientras que en Singapur es de 40,000. En desarrollo socioeconómico, la calidad educativa cuenta.



Etiquetas