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¿Por qué olvidamos los nombres de las personas?

A casi todos nos ha pasado: encontrarnos cara a cara con alguien, recordar perfectamente su rostro… pero no su nombre. Este momento incómodo es más común de lo que parece y, aunque puede generar ansiedad o vergüenza, no siempre está relacionado con una falta de interés o problemas de memoria.

Desde la psicología, este fenómeno tiene una explicación lógica. Cuando conocemos a una persona, nuestro cerebro almacena múltiples datos: cómo luce, qué dijo, dónde estábamos… y también su nombre.

Sin embargo, debido a la gran cantidad de información que procesamos diariamente, el cerebro tiende a priorizar aquello que considera más relevante en el momento, dejando en segundo plano detalles que no tienen una conexión directa con algo significativo. El nombre, en muchos casos, entra en esa categoría.

Un artículo publicado en la revista de divulgación psicológica Psychology Today señala que los nombres propios no suelen tener una relación lógica o visual con la persona. A diferencia de otros datos, como su profesión o algún rasgo físico, el nombre es un dato arbitrario, lo que dificulta su memorización.

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