Por qué dormimos peor en una cama que no es la nuestra

Por qué dormimos peor en una cama que no es la nuestra

Por qué dormimos peor en una cama que no es la nuestra

No hay nada como tu propia cama para dormir bien. La gente siempre lo ha dicho y ahora la ciencia lo ha verificado: descansamos peor cuando lo hacemos en un lugar extraño, al menos durante la primera noche.

Y no tiene nada que ver con la calidad de tu colchón o lo mullida que sea tu almohada.

La respuesta es puramente científica y responde a cómo nuestro cerebro reacciona ante lo que considera una «alerta de peligro».

Y todo ocurre en el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro, que en esas circunstancias se mantiene en estado «vigilante».

El hemisferio guardián

Efectivamente, según un nuevo estudio de la Universidad de Brown, en Rhode Island, EE.UU., ese lado del cerebro se mantiene más atento al sonido cuando dormimos y, de alguna manera, más «despierto».

Pero esta asimetría –también propia de animales marinos y algunos pájaros– sólo ocurre durante la primera noche en lugares nuevos.

Se conoce como «efecto de la primera noche», y es un fenómeno que quita el sueño tanto de quienes lo sufren como de quienes estudian el descanso humano.

«El sueño es notablemente peor durante la primera noche en un hotel o en un laboratorio de sueño (donde los investigadores llevan a cabo sus experimentos)», explicaron los autores del estudio, publicado en la revista científica Current Biology.

Un sueño no tan profundo

«En Japón hay una expresión que dice que si cambias tu almohada, no podrás dormir; todos sabemos que no dormimos bien en lugares nuevos», dijo Yuka Sasaki, coautora de la investigación y especialista en lingüística cognitiva y ciencias psicológicas.

Sasaki investigó la cuestión junto a un equipo liderado por otro especialista en la materia, Masako Tamaki, autor principal del estudio.

Y, por primera vez, consiguieron demostrar por qué y cómo se da este fenómeno.

Tal vez podamos desconectar de alguna forma esa función de «vigilante nocturno»
Yuka Sasaki, Universidad de Brown
Para ello, llevaron a cabo tres experimentos, utilizando varios métodos para medir la actividad cerebral durante dos noches de sueño.

Y descubrieron que, de forma consistente, durante la primera noche «una zona determinada del hemisferio izquierdo permanece más activa que el derecho, especialmente durante una fase del sueño profundo conocida como sueño de onda lenta».

Cuando los investigadores estimularon el hemisferio izquierdo (con pitidos irregulares en el oído derecho) tuvo lugar una «mayor vigilia y un despertar más rápido» que al reproducir los sonidos en el oído izquierdo (que estimulan el hemisferio derecho).

Y en la segunda noche de sueño, explicaron, no hubo una diferencia significativa entre la respuesta de ambos hemisferios.

Los resultados fueron analizados utilizando tecnologías como electroencefalogramas y resonancias magnéticas.

¿Vigilante solitario?

Para Sasaki, sin embargo, estos hallazgos «no responden todas las preguntas sobre el efecto de la primera noche».

Una de las cuestiones que debe seguir analizándose es si el hemisferio izquierdo se mantiene despierto toda la noche o si «trabaja turnándose con el hemisferio derecho», dijo la especialista.

«Tampoco está claro si esta zona del cerebro trabaja como un ‘vigilante solitario’; algunos estudios creen que es la zona responsable de que soñemos despiertos durante el día, y que tiende a seguir funcionando cuando otras partes del cerebro están bastante inactivas», advirtió.

Pero puede que no esté todo perdido, en lo que a buen descanso se refiere.

«Los cerebros humanos son muy flexibles. Es posible que quienes duermen a menudo en lugares nuevos no tengan necesariamente una falta de sueño de forma regular», agregó.

Según la científica, existe la posibilidad de que podamos desconectar de alguna forma esa función de ‘»vigilante nocturno».

La pregunta es si realmente somos capaces de hacerlo o si, mal que nos pese, seguiremos echando de menos nuestra cama cada vez que durmamos por primera vez en una ajena.