Cuando se analiza bajo pasiones y presiones políticas, religiosas o de cualquier otra índole, se corren riegos de que las conclusiones estén viciadas, y que sean el producto de percepciones erradas de principio a fin.

Cuando el mundo se dividía en dos, el capitalismo y el comunismo, sus principales objetivos eran demostrar al mundo la superioridad de un sistema sobre el otro.

Las demostraciones armamentistas, mediante exhibiciones, era uno de los métodos más efectivos para enseñar el poderío militar, y por ende, decirles a sus aliados o adversarios que eran superiores.

Esa lucha entre las dos superpotencias de la época, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Estados Unidos y sus aliados, llevaron esa “guerra” a los deportes.

En ese sentido, las olimpiadas eran el mejor teatro para mostrar que en ese campo eran superiores.

Después de varias décadas se ha visto que los gobiernos son los patrocinadores del dopaje de sus atletas, en especial el ruso, que tenía o posee laboratorios de alta tecnología para esos fines.

Es una lástima que los políticos hayan llevado el deporte a esas bajezas.