¿Poder para qué?

¿Poder para qué?

¿Poder para qué?

Altagracia Suriel

La toma de posesión de los nuevos alcaldes y las acciones posteriores destacan dos facetas del poder político históricamente enfrentadas: la vertiente maquiavélica del poder como fin en sí mismo y la visión ética de poder como servicio.

esde el mundo griego hasta nuestros días, hemos contemplado esa lucha en la que la política, se debate entre la tendencia de asociarse a los intereses más bajos y caer en el lodo o de encauzarse a fines como son el bien común y la justicia.

Esa cara vergonzosa que escandaliza y genera repudio, pero que late en el mismo corazón del ejercicio del poder político, es la que expresó el equipo del recién electo síndico de Puerto Plata al exclamar “Esto es poder”, “Mire como estamos, esto es poder, el poder es de nosotros, compa, para que nos respeten, le quitamos la yipeta, con la placa oficial, para los rangos de nosotros ahora”.

Llaman también la atención las amenazas de los vencedores de los distintos partidos de cancelación de los contrarios bajo el alegato de que “el poder es para usarlo”.

Con epícteto volvemos a recordar que el poder revela a las personas, pero, desvela no sólo su nivel moral, sino también su irracionalidad expresada en los instintos e inclinaciones egoístas.

Esa visión del poder execrable que inunda la cultura política, con sus nefastas consecuencias, se expresa en el poder como aparataje, atropello, estatus y apariencias cuyo impacto no pasa de la retórica, la cosmética, el hedonismo y la instrumentalización de las masas para satisfacción de las apetencias detestables de la condición humana.

Esa misma era la vertiente del poder sofista odiado por Sócrates, Platón y Aristóteles por su promoción del individualismo frente al compromiso del ciudadano con su ciudad, la manipulación colectiva y el daño al pueblo expresado en demagogia, desorden y atraso.
¿Cuándo vamos a aprender que la tarea del político es servir a otros, hacer mejores a los ciudadanos, educarlos y construir bienestar social?.

A propósito del coravirus, es necesario rescatar esa esencia real del poder, recordando con Aristóteles que “solamente haciendo el bien se puede realmente ser feliz”.



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