Por: Aneudy De León M.
En un proyecto político de poder y gobernanza sea este de mediano o largo plazo, la presión de “no haber disfrutado del PODER”, estresa, obliga y preocupa más a quienes están verdaderamente comprometidos y que han permanecido fuera de él, por la razón que fuere (decisión propia, bloqueo, diatriba, estrategia, prioridad o circunstancias institucionales o económicas), que a los que disfrutan per se en el momento, de las «mieles del poder».
Y, no me refiero como ‘mieles del poder’ porque se sustente en privilegios espurios o bajo el manto de la corrupción. Lo digo en forma figurada por las ventajas humanas que trae su ejercicio.
A éstos, los que podríamos llamar “excluidos” o “prorrogados”, el desafío político y su nivel de compromiso, los apremia e induce mucho más que a aquellos, a luchar para que no se pierda el Gobierno en unas elecciones cuando se persigue la continuidad, pues para lo que están, su meta mínima ya, en cierta forma, ya está consumada, aunque se persista en el mantenimiento del poder, ya que es consabido que el poder genera un efecto envolvente, atrayente y ‘enviciable’, que ningún terrícola imperfecto por probo, desinteresado o ético que sea, es capaz de soslayar.
Eso, irremediablemente, nos lleva a un dilema de lo que llamo “competencia auto-conservada”: se lucha por el desplazamiento o el apareamiento político, sin perderse o afectarse el control del status-quo que lo garantiza. En efecto, esto es hablando entre políticos sagaces, con alta conciencia estratégica y pragmática, que saben medir bien los riesgos y ventajas deducidas de las relaciones de poder.
Es lo que explica el triunfalismo de algunos, y la preocupación de otros, como este servidor, por ejemplo, en cuando a mi partido, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) y el proyecto liderado por el compañero y líder nuestro, el presidente de la República, Luis Abinader, con el cual perseguimos la continuidad a través de su repostulación presidencial y ulteriormente su reelección.
He venido concientizando en ello tanto en los de arriba como en los del medio y los de abajo; porque soy de firme e irreversible opinión de que la política debe verse como una práctica colectiva y de un acuerdo de equipo, aun cuando en ella converjan intereses antagónicos matizados por el individualismo, grupismo y la lucha selvática, descarnada e implacable por el poder. Quienes han leído a Nicolás Maquiavelo, Robert Greene, Sun Tzu y Stefan Zweig, entre otros teóricos del realismo político, saben en qué sentido lo sostengo.
Obviamente vamos a LA POLÍTICA con un propósito colectivo en favor de la nación, de servir a las mejores causas, en especial a las grandes mayorías desposeídas, y con la finalidad de fomentar el desarrollo humano de los ciudadanos y el avance de nuestra sociedad, pero el ejercicio político también tiene un componente moral y de ‘realización propia’ en todo ciudadano que ha decidido tomar esta actividad como una carrera en la lucha por servirle a su nación.
Este es un aspecto que no debe ser desdeñado ni ‘desimportantizado’ a la hora de valorar las relaciones de poder, porque ello es inherente al «Ser Humano» político, y es una de las razones filosóficas que mueven al hombre a luchar, a veces, fratricidamente por el poder, diferente a las demás especies del reino animal, que lo hacen por mera subsistencia y conservación natural. Se llama dominio, ambición e inmortalidad. #AnDL – Santo Domingo, D.N., 27 de septiembre, 2023.
** El autor es jurista, analista y dirigente político. Especializado en Derecho Internacional, Regulación Económica y Responsabilidad Civil (Universidad Pantheon-Assas, Paris II). Abogado litigante, estratega de negocios y consultor empresarial. Ha realizado diplomados superiores en Ciencias Políticas y especialidad en Relaciones Internacionales (FLACSO), así como cursos de Gerencia Política (George Washington University).