Paradojas de la minería

Paradojas de la minería

Paradojas de la minería

Claudio Caamaño Vélez

Si en una familia hay problemas económicos y para buscar dinero deciden prostituir a sus hijas… ¿Qué pensaríamos?

Así ocurre cuando alegando necesidad de dinero el Estado permite actividades mineras de alto impacto ambiental sin efectivos planes de reparación de daños.
Tenemos una de las mayores minas de oro del mundo; pero pegado a la roca, hay que usar cianuro para extraerlo.

Luego este tóxico (que se usaba en cámaras de gases) se deposita en presas de cola, para que esté ahí “hasta que Dios quiera”.

Con frecuencia estos depósitos de tóxicos se rebozan con tormentas o filtran al subsuelo. Así el veneno llega a nuestros ríos y mares, y a nuestros baños y nuestras mesas.

Otro ejemplo es Bonao, donde hay que remover la capa de tierra, dejando los suelos en la roca sin posibilidad de crecer árboles, tomándole millones de años reponerse.
Más triste aún: esas comunidades siguen en el atraso y la miseria. Las mantienen dependientes de la minería para que admitan la depredación y la contaminación como “un mal necesario”.

Los países no salen del subdesarrollo con lo qué hay bajo su tierra, sino con lo qué hay sobre ella: las personas. El capital humano es la mayor riqueza.
Confieso que al escribir esto siento el temor propio de los intereses involucrados, pero más miedo me daría quedarme callado.

Concluyo con las palabras que Caamaño Deño, minutos antes de ser asesinado, le dijo al teniente que lo custodiaba, cuando cerca de las 6:00 p.m. el cielo de la cordillera se iluminó con el destello de los hornos de una minera: “Cuando se vayan de aquí solo nos van a dar los hoyos”.



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