Otra vergüenza

Otra vergüenza

Otra vergüenza

El resultado del combate del pasado sábado entre Manny Pacquiao y Juan Manuel Márquez es otra gran demostración de que en el boxeo a la hora de dar resultados, y defender  intereses económicos, no se guardan las mínimas apariencias.

Se tiene bien claro que ya Juan Manuel es un boxeador que va a la deriva, debido a sus casi 39 años de edad, pero tras su excelente actuación no les daba derecho, así por así, a  los experimentados jueces que actuaron, a cargarle una derrota, buscando por todos los medios proteger a Pacquiao.

Creo que ese resultado fue parte del plan para no obstaculizar la materialización del casi seguro enfrentamiento con Floyd Mayweather Jr., proyectado como el más productivo, en términos económicos, en toda la historia de la humanidad.

Muchos sustentarán que Pacquio, sorprendentemente lento, como jamás se había presentado, y sin suficientes recursos para penetrar la defensa de Márquez, como lo hizo en las dos primeras confrontaciones, en realidad es merecedor de la victoria.

Sin embargo, tras observar el combate en tres ocasiones, estimo que lo mejor para la salud del boxeo en términos generales era que si no se le quería otorgar el triunfo al mexicano, por lo menos debieron

guardar un poquito  las apariencias y decretarlo empate, como sucedió en mayo 8 de 2004, en su primer combate.

Un refrán popular dice que “después del golpe dao no lo quita ni mariquita con su escobita”, pero este  resultado debe poner a reflexionar una vez más a los diferentes organismos que rigen el boxeo mundial, de que se debe poner un alto a  dictámenes como el del pasado sábado, que si bien puede ser “permitido”, pero deja un sabor amargo en millones de aficionados que conocen muy bien la intríngulis de esa actividad.

 



El Día

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