Nada raro ocurre con el declive de la música urbana que no haya ocurrido con todos los géneros cuando explosionan. Esto es, buscan su nivel real y se colocan con el tiempo en el lugar que le corresponde.
En este momento, al igual que ocurrió antes con los medios tradicionales, muchas plataformas digitales que apoyaban la difusión de la música urbana, han migrado a estructuras de programas interactivos (talk show), lo que ha reducido la frecuencia de sonada de temas del género y dificultado la aparición de nuevos talentos. Por esa razón se percibe que el protagonismo en lo urbano no son los artistas, sino los que manejan y actúan en los medios.
En los ¨80s, ¨90s y los primeros años del nuevo milenio, los programas de televisión tenían como soporte principal la presentación de artistas, mientras que la radio basaba su competencia en la difusión de temas exclusivos y el lujo de construir éxitos, lo que convertía a la música en la protagonista del negocio del espectáculo. Posteriormente, con la aparición y desarrollo de los talk show, sobre todo en el plano político, el protagonismo artístico fue sustituido por el oropel de opinión, dando lugar a fenómenos de audiencia como El Gobierno De La Mañana en La Z-101 y más recientemente El Show Del Mediodía en Color Visión.
Con la música urbana está ocurriendo algo parecido. La historia aparenta repetirse. A partir de la segunda década del presente siglo, la música urbana comienza a dirigir el gusto y preferencia de las nuevas generaciones convirtiendo en fenómenos a artistas guardados en la gaveta del olvido, como El Alfa, El Lápiz, Don Míguelo, Mozart, Secreto y Vaquero entre otros, y sacando nuevos ases de debajo de la manga, como Marx B, La Insuperable, Shadow Blow, Chimbala, Bulín y muchos más.
Pero la pandemia giró el espectro urbano y aceleró el proceso de conversión protagónica, de artistas hacia hacedores de contenido. Entonces, vemos que los soportes fundamentales de la música urbana de aquel inicio, como Luinny Corporán, Brea Frank, El Boli, Alofoke y algunos más, abandonaron su papel de promotores del genero para convertirse en los que marcan la pauta del comportamiento de esta generación y sustitutos de las figuras relevantes del show business urbano.
Estos han creado estructuras comerciales que son más de entretenimiento y diversión que de comunicación y orientación, lo que le permite ser entes taquilleros de éxito asegurado y subir a un escenario opacando a cualquier artista musical. Lo único lamentable es que han permitido la aparición en sus plataformas de ¨personajes¨ que usando la vulgaridad y el mal gusto han logrado sustituir el contenido artístico con sentido por la ¨cualquierización¨ del espectáculo.