Moïse, la ONU y el mal genio de los haitianos
¿Cómo puede la ONU ayudar a la República de Haití? Hará pronto tres años y seis meses que este órgano de la política internacional puso fin a la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (MINUSTAH) con la salida, a mediados de octubre de 2017, de los últimos Cascos Azules, que habían estado allí desde 2004.
¿Y qué tanto hicieron por Haití estos militares reclutados en diversos países? Sin duda, sustituir a las fuerzas que los Estados suelen organizar para el resguardo de la soberanía y las destinadas a los asuntos de orden público.
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Durante los treces años de Cascos Azules y los 15 años de la Misión de Apoyo a la Justicia de las Naciones Unidas en Haití (MINUJUSTH), que salió a mediados de octubre de 2019, la ONU tal vez hizo algo por la nación haitiana, pero no formó instituciones, ni conciencia, ni dejó el germen de la reflexión que debió de haber seguido a la pérdida de soberanía que implicó aquel largo proceso.
Ahora el presidente Jovenel Moïse, cuestionado por otros políticos que desconocen la legitimidad de su administración desde febrero pasado, pide la ayuda de la ONU para ponerle freno a la ola de criminalidad y violencia que se pavonea a lo largo y ancho del país.
No hay que hacer un gran esfuerzo para ver detrás de este llamado la incapacidad en la que se encuentra el gobierno de Moïse para enfrentar, con la reducida fuerza policial que lo acompaña en esta aventura administrativa, las fuerzas que arrastran a la sociedad haitiana hacia el fondo del abismo.
La ONU puede volver a ocuparse de Haití si es que así lo entiende su Consejo de Seguridad; después de todo, no debe de haber allí la gran fuerza de voluntad que sería necesaria para impedirlo.
Sin embargo, de poco, o de nada, servirá si en otros trece o quince años no hace más que volver a poner un tapón de plomo a la botella en la que encerró, durante su pasada presencia, el mal genio de los haitianos.
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