Los límites del experto

Los límites del experto

Los límites del experto

Por el incidente acaecido hace muy poco tiempo donde una mujer le introdujo a un hombre un recipiente cilíndrico por el ano mientras practicaban el amor de manera peligrosa, hemos considerado llevar a cabo algunas reflexiones sobre la televisión y los límites del experto, y no necesariamente sobre la salud sexual de los mencionados; es que el verdadero acontecimiento en este caso, que involucra periodistas de la tv y los científicos de la medicina, destaca un gran flujo de experiencias para las ciencias forenses.

En primer lugar, la palabra experto. Ser experto no es una profesión, pero los medios de comunicación en los últimos tiempos enarbolan la calidad de expertos de ciertos profesionales.

Es decir, que ahora se los ve como persona y como profesión (función o rol). El experto a quien se consulta, por su experiencia. Es el “gutachter” alemán (el dictaminador).

Y debido a que toda experiencia tiene límites, quien haga de experto en un trabajo no puede sustituir a quien toma las decisiones. Aunque, “la opinión de la ciencia pesa mucho, el investigador nunca sabe algo como la última palabra”.

Y en definitiva, el experto, hasta cierto punto no puede controlar el modo en que sus declaraciones le llegan a la opinión pública.

Creo, más bien, que es la televisión la que hace peligrar la vida social, política o democrática de los ciudadanos, tratando de buscar siempre una audiencia mayor, y no pensar en los problemas éticos o jurídicos.

Tal vez sea la misma lógica de la competencia de los medios, la que hace que entren en combate, en competencia sin límites por la audiencia.

Esto se pu ede poner en perspectiva, si se observa la forma de poner en práctica el discurso televisivo que se refiere a los casos: la televisión tiene la costumbre de tomar a la gente como objeto y la magia de llevar el vacío con temas que no son importantes.

Para el “experto” médico que tomó las radiografías, esas imágenes representan una información secundaria, igual no ha sido el primer caso de fetichismo; pero, en cambio, esto resulta un material siempre preferido de la prensa sensacionalista (la sangre y el sexo, el drama y el crimen venden y permiten ‘rating’).

Estos ingredientes, como los mostró la televisión, ante la imagen de respetabilidad impuesta por el modelo de la prensa seria escrita, generalmente son descartados o relegados.

No me olvido de lo más importante: que los médicos involucrados en el caso, no son propiamente expertos por su práctica profesional habitual.



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