La zona de san Antonio de Padua está localizada geográficamente detrás del conjunto monumental del convento de San Francisco.
Debemos recordar que san Antonio fue uno de los grandes sacerdotes, reconocido santo por el mundo de entonces y seguidor de la orden Franciscana.
Es por esto que la ermita forma parte esencial del monasterio de San Francisco.
El origen de la pequeña iglesia estuvo ligado a los primeros esclavos africanos ya bautizados, desde la segunda mitad del siglo XVl, cuando se inicia su construcción.
Erigida dentro del espíritu gótico, al exterior mantiene la sobriedad de las iglesias barriales del periodo colonial en Santo Domingo, al estilo de san Miguel y el Carmen.
Los materiales de construcción consistieron fundamentalmente en la piedra y el ladrillo como elemento complementario en muros secundarios.
De una sola nave, con dos espacios laterales, al este y el oeste, para funciones de sacristía y sala parroquial.
Desafortunadamente la ermita fue destruida por el ciclón san Zenón, después de haber sufrido desperfectos anteriormente a consecuencia de fenómenos naturales.
Se conservaron solo algunas ruinas y en la segunda mitad del siglo pasado, fue reconstruida integralmente como era y en donde era, por el ingeniero José Ramón Báez López-Penha, entonces presidente de la Comisión de Monumentos.
Un gran atractivo
Una característica interesante de la ermita, es su espadaña de forma piramidal, la que se encuentra localizada en el ángulo sudeste de la fachada principal y guarda paralelismo con la espadaña original que existe en el también templo barrial de San Lázaro, en la misma zona norte de la antigua ciudad.
Este acogedor espacio religioso está precedido por una gran plaza abierta, definida lateralmente en dirección este oeste, por dos hileras de viviendas, algunas fabricadas en madera, material que aporta un claro sentido barrial a esta encantadora zona.
La perspectiva fundamental de la iglesia y de la plaza es la vista de la impresionante construcción de la parte trasera de la antigua iglesia de san Francisco, así como el lateral de la Orden Tercera que fue la primera iglesia conventual.
En este momento la pequeña iglesita atraviesa por un penoso periodo de abandono ya que aparentemente no hay sacerdote para la celebración del culto y otros eventos religiosos que podrían dar vida al entorno.
Sobriedad
Detrás de la ermita se observa parte de la muralla de protección anexa al fuerte de san Antón.
La fachada de la ermita es de gran sobriedad arquitectónica, posee en el centro un enorme portal de acceso, constituido por pilastras planas de ladrillo, sostenidas por pedestales de piedra, originales y coronada por una magnifica platabanda en ladrillo, en donde la clave está constituida por una pieza de piedra de cantería con detalles ornamentales muy diluidos.
Este portal termina en un alfiz moldurado a modo de cornisa. En el ángulo oeste, se observan piedras de cantería del muro original que fueron conservadas tras la reconstrucción de la obra.
La escalinata
El nivel de la ermita está sobreelevado con relación a la plaza por un gran podio que presenta una escalinata en piedra y ladrillo, la que permite acceder al espacio sagrado.
En el cuerpo hacia el oeste, en donde estuvo originalmente el espacio parroquial, se encuentra otra entrada que tiene alrededor del portal, una solución en piedra coralina, similar a la de la puerta principal, aunque al ser de piedra, produce la sensación de majestuosidad superior a la anterior.
Pilastras planas apoyadas sobre basas, del mismo material coralino, sostienen un enorme arquitrabe plano constituido por piedras cortadas oblicuamente para darle resistencia al mismo.
La cornisa es también de piedra.
Monumento
—1— Su elevación
El nivel del piso de la sacristía tiene la misma sobreelevación del templo, de manera que se produce otra escalinata de piedra y ladrillo, como la que corre a lo largo de la fachada.
—2— Histórico
Centro y corazón del barrio que lleva su nombre, está situada a escasa distancia del ábside de la iglesia del monasterio de San Francisco.
*Por MARÍA CRISTINA DE CARÍAS, CÉSAR IVÁN FERIS IGLESIAS Y CÉSAR LANGA FERREIRA