El dólar se está debilitando frente al poderoso euro y ha venido perdiendo valor para la compra de mercancías.

Es decir, hoy se necesitan más dólares para comprar lo mismo que hace varios meses.

El susceptible petróleo, que hace unos meses valía menos de cero, ahora ha vuelto a niveles de precios similares a los altos que tenía antes de la pandemia. Ha estado entre los 64 y 65 dólares el barril.

Esos movimientos, al tren de la reactivación económica, se ha puesto en marcha gracias a la expansión de la vacuna contra el Covid-19 y ha aumentado la demanda de combustible.
Amén de que el extraño frío de Texas paralizó decenas de refinerías y la vocación belicista de Medio Oriente ha reducido la producción petrolera de Arabia Saudita, uno de los mayores productores del mundo.

La FAO también ha alertado por el aumento de los precios de la soja, el sorgo, el maíz y el trigo en los mercados internacionales.

Habla hasta de temor de hambre post Covid-19.
Hay una apuesta a la producción agrícola local, pero muchos de los productos dominicanos son de estación.

Así vemos que mientras unos productos bajan de precio, otros aumentan. Eso responde a ciclos del clima.

Por lo tanto, la apuesta local no es una solución integral.
Aquí viene el papel que debe jugar la comunidad internacional.

Las medidas que se deberán adoptar para atacar la inflación global requiere esfuerzos mancomunados, pero ahora lo que se observa con mayor claridad es un “sálvese quien pueda”.