La crisis iniciada en 2008 hasta el momento solo había afectado a los países europeos periféricos de la moneda comunitaria: Grecia con sus cifras maquilladas y gastos excesivos, España e Irlanda con sus insostenibles precios inmobiliarios, Italia con su perenne crisis política y alto endeudamiento todos los casos se veían como malos manejos económicos y políticos, estados que no tenían la capacidad de embarcarse en el crucero unitario económico pero que ante la llamarada alemana hicieron caso omiso a sus problemas estructurales y se lanzaron a una cruzada que les ha costado muy caro.
Holanda es la excepción a la regla, es un país políticamente estable con una economía rica, basada en exportaciones. El país fue miembro fundador de la UE y adepto al lanzamiento de la moneda común. Se suponía que sería de los grandes beneficiados de la unión monetaria, pero ha tomado el lastimoso camino de sus pares periféricos, donde primaban bajos tipos de interés y excesivo capital barato que produjo una inmensa e incontrolable burbuja dentro del sector inmobiliario.
La burbuja se gestó cuando los bancos comerciales empezaron a otorgar de manera antojadiza préstamos superiores al 100% del valor del inmueble, mientras el estado holandés permitía desgravaciones fiscales de más del 50% sobre los intereses hipotecarios abandonados.
Pero el mayor de los problemas era que los clientes que tenían préstamos hipotecarios pagaban una renta mensual donde no se incluía la devolución del capital prestado; entonces al momento que se presentaba el impago de la renta mensual el cliente devolvía la propiedad al banco, pero se vería endeudado si el valor del inmueble se reducía, cosa que sucedió al momento del estallido de la burbuja inmobiliaria.
Luego de la verbena de préstamos baratos y ante la imposibilidad de las familias de hacer frente a sus compromisos crediticios, esto conllevó a que las deudas de los hogares alcanzaran el 250% del Producto Interno Bruto, superando con creces los de sus vecinos españoles, irlandeses y griegos. Y como ha quedado demostrado en esta crisis, cuando los mercados inmobiliarios se hunden, el sistema financiero no tarde en hundirse también, en especial en una economía donde los bancos tienen más de 650.000 millones de euros inmersos en un cada vez menos sostenible sector de la varilla y el cemento.
Holanda está en una profunda recisión, con un desempleo creciente que alcanza los 8.1% rompiendo el record de las últimas dos décadas, ingresos tributarios en picada y crudas medidas de austeridad para rematar la débil situación.
Este problema no es estrictamente holandés, sino europeo. Y para revertir el desastre financiero se necesita aplicar una flexibilización cuantitativa al estilo norteamericano, recapitalización de la banca comercial y mostrar una verdadera unión política-económica para atajar el problema en forma de Unión Europea y no de países individuales.