¿Hacia dónde vamos?

¿Hacia dónde vamos?

¿Hacia dónde vamos?

Rafael Chaljub Mejìa

¿Cómo es posible que un narcotraficante, aunque le llamen el Abusador, organice una red tan poderosa, reciba drogas del extranjero, las traslade a los Estados Unidos, lave el dinero producto de ese tráfico, lo distribuya, compre, venda, regentee más de cincuenta negocios en ramas tan diversas de la economía, haga vida social tan abundante y a la franca y las autoridades dominicanas no les resulte sospechoso, ni procedan debidamente contra él, y esa organización extienda sus tentáculos hasta esferas que aún se desconocen?

¿Cómo puede fundarse, operar y crecer una monstruosa organización como la que ahora ha salido a la luz, sin que las autoridades se hayan dado cuenta? ¿Y si a algún mal pensado se le ocurriera creer que era imposible que todo esto funcionara sin la colaboración de algún estamento del poder?

¿Cómo explicar la pasividad de las autoridades dominicanas ante la vida de lujo y de riqueza que el Abusador exhibía, y moviera una masa de capital tan grande, si el personaje y algunos de sus cómplices, ya habían sido acusados de narcotráfico?

¿Por qué hubo que esperar que los norteamericanos se pusieran a la cabeza de la acción pública, hasta quedar en muchos la impresión de que las autoridades dominicanas eran incompetentes ante el poder tan grande de la red, o peor aún, que no estaban empeñadas en combatirla? ¿Y si fuera cierta la información gravísima de que al Abusador le filtraron la información de que se preparaba una operación de búsqueda contra él?

¿Cuál es la sensación que deja todo esto en la sociedad? ¿De alivio? ¿De confianza? ¿De impotencia, ante un mal que parece crecer hasta penetrar sectores muy estratégicos de nuestro país? ¿ Qué pensar si ya vino Figueroa Agosto y a fuerza de dinero se pasó diez años haciendo y deshaciendo, para escaparse frescamente y dejar a su espalda un rastro de corrupción, sangre y descrédito?

¿Podrá esta sociedad resistir tantos embates, tantas evidencias de descomposición moral, sin caer vencida ante el poder del dinero, por más mal habido que este sea?

¿Y si sigue ganando fuerza la creencia de que la solución es hacerse rico sin importar los medios, entonces, cómo eliminar un mal que basa su existencia precisamente en el dinero?

¿Qué otra cosa cabe finalmente preguntar, ante estos últimos hechos, sino la que sirve de título a estas preocupaciones? ¿Hacia dónde vamos?



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