Por: Luis Santos Burgos
La teoría cuantitativa del dinero desde Bodin, Locke y específicamente Hume, reeditada por Irving Fisher en su teoría “poder adquisitivo del dinero” publicada en 1911 y por Milton Friedman, en su teoría demanda de dinero y la renta permanente. En su contenido original establece una relación directa entre dinero y precios; un aumento de la oferta monetaria, manteniendo constante el volumen de bienes, produce una variación en el nivel de precios en la misma proporción.
En su versión moderna o monetarista la demanda de saldos o tenencia de dinero depende del consumo programado a largo plazo y no del ingreso corriente, en tanto la oferta monetaria depende de la autoridad monetaria. Así, el consumo y el ingreso a largo plazo permanecen constantes o estables, teniendo el dinero un efecto neutro en la economía. En la teoría cuantitativa la demanda de dinero gira en torno al motivo transacción.
Tras los efectos desfavorables de la gran depresión de 1929-1932, la salida a escena de la “Teoría general del empleo, el interés y el dinero”, publicada en 1936 por John Maynard Keynes, implicó un cuestionamiento a la historia del pensamiento económico y la evolución de la teoría cuantitativa fundada en la dicotomía dinero-precios.
El keynesianismo es una teoría economía cuyo supuestos fundamentales gira alrededor de la demanda efectiva: a) cuestiona el mercado como asignador racional de recursos; b) el desempleo no es voluntario; c) los precios son una función del nivel de ocupación; d) la demanda de dinero de da por precaución y el motivo especulación, mientras otros tipos de demanda dependen del ingreso; e) el tipo de interés define la relación entre el sector real y monetario; y f) la relevancia de la política fiscal.
Los argumentos de la nueva teoría suscitaron grandes debates durante el siglo XX, siendo la polémica de mayor trascendencia desarrollada entre Keynes y Hayek, compilada por Nicholas Wapshott, en su libro “El choque que definió la economía moderna”. Sin embargo, las crisis petroleras, los déficits fiscales y de balanza de pagos desde inicio de los 70 y la crisis mundial de 1982, cuyo impacto cubrió la década de los 80, dio paso al resurgimiento del monetarismo y consolidación a partir del Consenso de Washington, la desaparición de la URSS, y las políticas de apertura impulsada desde inicio de los 90.
Sin embargo, el proceso de globalización financiera y constitución progresiva de bloques comerciales, y por otro, las crisis económicas producidas durante el presente siglo XXI, como son, la burbuja de la informática, los efectos económicos que produjo los eventos terroristas de 2001 contra los EE.UU., la recesión mundial de 2007 y los efectos económicos del Covid-19 y de eventos geopolíticos.
La frecuencia y probabilidad de ocurrencia de crisis globales ha aumentado progresivamente, contrario a lo que ocurría durante el pasado siglo XX, que bien el monetarismo coloco sobre la mesa el problema de la política fiscal y el rol de los bancos centrales como responsables de las distorsiones y los problemas de la inflación tanto en la gran depresión y durante los 70 y 80.
El alto nivel de frecuencia a nivel de crisis económicas globales ha elevado y ensanchado tanto el tamaño del estado a nivel de mayor regulación enfocada en reducir el nivel de riesgo, que en tiempos de globalización no solo son de índole financiero, sino también epidémicos, que sugiere disponer de un mayor gasto en salud. Además, la resolución de crisis también ha elevado el rol de la política fiscal, asumiendo mayor costo en base a endeudamiento externo y la asunción de más déficit cuasifiscales, por el lado de la política monetaria.
A pesar que el Consenso de Washington sugirió achicar el tamaño del estado, reduciendo la carga impositiva a la inversión y el gasto público ha tenido un efecto contrario, puesto que, ha crecido la problemática de las asimetrías a nivel global, que conlleva mayor gasto público en materia de asistencia y transferencias a los hogares en condiciones cada vez más vulnerables.
La constitución progresiva de los bloques de comercio ha provocado una nueva recomposición geopolítica que agrega nuevos riesgos económicos a nivel global que se verifica en guerras arancelarias, sanciones económicas a determinados países, epidemias y crisis de suministro, que obstaculiza el comercio y mayor inflación importada.
En una coyuntura dominada por el monetarismo, la presencia de políticas tipo keynesiana parecía remota, produciéndose hasta cierto punto un híbrido de política económica en pleno siglo XXI, pues desde la óptica absoluta del mercado no es posible afrontar los grandes riesgos y desafíos que impone el escenario global.