El turismo que nos espera

El turismo que nos espera

El turismo que nos espera

*Por: Andrés Vanderhorts hijo

Aún ahora, mientras escribo estas líneas, cuando no cabe dudas del terrible impacto económico que tendrá el SARSCOV19 -como se ha determinado llamar finalmente al Coronavirus- los jefes de Estado y de Gobierno del G20, o sea de las 20 principales economías del Mundo, siguen perplejos y no han podido reunirse siquiera de manera virtual para evaluar las acciones que habrán de tomarse ante esta colosal crisis.

Nadie podía prever que el mundo que conocemos quedaría literalmente paralizado. Que un microscópico virus desafiaría todo el conocimiento y la tecnología almacenada, se propagaría con virulencia y obligaría a cerrar las actividades sociales, culturales, deportivas, económicas y políticas mundiales, obedeciendo a unas reglas de aislamiento que parece ser el único método preventivo ante esta agresiva enfermedad.

Por impensable, ningún sistema de salud pública, ni siquiera de los países desarrollados, contemplaba protocolos ni equipamientos suficientes para enfrentar las consecuencias de una pandemia y por ende, tampoco contamos con políticas públicas previamente diseñadas para mitigar su más terrible secuela: la pobreza global que tendrá un grado de letalidad muy superior al del virus.

Para países como República Dominicana, economías abiertas dependientes de la generación de divisas para su estabilidad y crecimiento económico, las cosas no lucen bien en el corto plazo. Si bien es cierto que le ha tocado al gobierno actual del Presidente Danilo Medina, manejar la crisis sanitaria, las previsiblemente devastadoras consecuencias económicas, tocarán al próximo gobierno que se instale el 16 de agosto.

Por un lado, se espera una reducción de las remesas de las que depende el país ya que tanto la ciudad de Nueva York como España que es desde dónde provienen mayormente las remisiones, han sido centros gravemente afectados por el Covid-19. Las Zonas Francas igualmente sufrirán una reducción de la demanda por la baja agresiva en el consumo sobre todo de los Estados Unidos.

Sin embargo, nada se compara con las nefastas proyecciones mundiales para el sector turismo. Según los datos del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (CMT) en coordinación con el Foro Económico Mundial, se estima que esta industria, a nivel mundial perderá -en lo que queda de este año 2020- unos 50 millones de empleos directos, principalmente por las perdidas que sufrirán destinos como China, Malasia, Tailandia, así como Japón, Hong Kong y Corea del Sur. Ese mismo informe publicado hace apenas dos semanas, prevé que, luego de haber controlado el brote, los países de esa región durarán al menos 10 meses para recuperarse, plazo que estiman igual para los países europeos.

El turismo en República Dominicana no es sólo un pilar de la economía por su capacidad de generación de empleos y divisas, sino sobre todo por el nivel de encadenamiento que le permite impulsar otros sectores de la economía como la agricultura, manufactura, servicios, transporte, energía etc.  Según los informes de la Asociación de Hoteles y Turismo, (ASONAHORES) por cada 10 empleos formales en el país, uno es generado directamente por el Turismo y 3 son generados de forma indirecta como son las ventas de artesanías, excursiones, taxistas, etc., por lo que estamos hablando de una fuerza laboral de más de un millón de personas, que no podrán insertarse en otros sectores -también maltrechos- de nuestra economía.

Las estimaciones de la Organización Mundial del Turismo y el Consejo Mundial de Turismo, que colocan la recuperación global del mismo para el año 2022, están basadas en el comportamiento ante eventos similares recientes, tales como el atentado terrorista del 9-11 y la crisis financiera del 2008, los cuales calculaban los precios de las habitaciones hoteleras como indicador de la recuperación y los aumentos de precios se registraron luego de casi dos años.

Sin embargo, en República Dominicana, entre los 16 y 18 meses ya se registraba crecimiento en la inversión extranjera, llegadas de turistas y las tarifas hoteleras. Es por esta razón que, aunque los análisis sectoriales que están realizando los centros de pensamientos norteamericanos y reputadas firmas consultoras, así como proyecciones de organismos multilaterales, indican que el sector de viajes y turismo será el último en recuperarse y el que mayores pérdidas reciba, sigo apostando a que nuestro país tiene muchas oportunidades de acortar este sombrío vaticinio, y tomar medidas para surgir con fortaleza luego de esta crisis global y lo explico a continuación:

Primero, al momento de desatarse la pandemia, nuestro país se encontraba en plena temporada alta habiendo recibido entre los meses de enero, febrero y primera semana de marzo mas de millón y medio de visitantes vía área, casi el 70% vía Punta Cana. Esta región no ha sido noticia de emergencia sanitaria o colapso del sistema, como ha ocurrido en otras ciudades-destino. Es decir, dentro de la afectación del país, como todos los del mundo, nuestra principal zona turística no ha experimentado un brote o transmisión local de alarma, con lo cual no ha sido como destino directamente afectado y puede apoyarse en esto para generar confianza.

Segundo, basado únicamente en el factor irracional de los agentes económicos, soy de los que cree que aunque la economía demorará en recuperarse, la gente, como decisión individual, luego de este aislamiento, buscará viajar.

La creencia no es descabellada: luego de la crisis de seguridad aeroportuaria del 2011 el crecimiento de viajes aéreos ha sido casi exponencial, claro acompañado de serias medidas de seguridad, para esto es imprescindible y casi obligado la aprobación del acuerdo conocido como Preclearance mediante el cual el gobierno de los Estados Unidos ha aprobado conceder al aeropuerto de Punta Cana la consideración de aeropuerto interno o nacional, dando así grandes facilidades de chequeo, manejo de equipaje y arribo a quienes viajan hacia y desde nuestro país.

Esta facilidad implica una acreditación de los estándares de seguridad de esos aeropuertos y actualmente solo un puñado de destinos como Dubai, Toronto o Montreal lo tienen. Este acuerdo está bajo estudio en el Tribunal Constitucional Dominicano desde el año 2018 y su implementación mandaría una poderosa señal de seguridad y confianza al mercado norteamericano y canadiense los cuales representan seis de cada diez visitantes a nuestro país.

Tercero, es innegable que con el nivel de esfuerzo, investigación y pruebas con que trabaja la comunidad científica y farmacéutica mundial, encontraremos este año la vacuna o el medicamento que de forma cierta nos permita combatir con éxito el virus. Por tanto, introducir requisitos de salud para darle más confianza a los viajeros de la seguridad de nuestro destino, sería un paliativo para acortar el tiempo de recuperación. Hoy día varios países requieren de vacunas para el ingreso a su territorio, como por ejemplo Brasil contra la fiebre amarilla.

Cuarto, esta crisis nos obliga a reenfocar las políticas de inversión del gobierno. La Estrategia Turística Nacional también debe ser rediseñada sobre la base de dos nuevos pilares que ya no serán Sol y Playa, sino Seguridad y Salud. Evidentemente esto requerirá de un plan de colaboración publico-privada que promueva la certificación de aeropuertos, hoteles, restaurantes, donde se aseguren que se cumplen las normas sanitarias y seguridad bajo parámetros internacionales como ISO.

Y Quinto, y para mi la más importante, seria que se rediseñe el enfoque del papel de un Ministro de Turismo y sobre todo de la participación activa del próximo Presidente de la Republica que sin menos precio de sus ocupaciones y sus retos internos, se amerita de un Presidente que viaje intensamente a promover no solo la inversión como es de costumbre o participaciones en foros internacionales. Un Presidente enfocado en el Turismo en vez de infraestructura, energía, o otros matices. Por lo menos en los dos primeros años. Solo así en conjunto con una campaña agresiva de personalidades nacionales como internacionales podrán despertar de nuevo el apetito de un destino, divertido, seguro, cálido, alegre, y de muchas sonrisas.

Estas notas optimistas no esconden el hecho de que nos esperan serias dificultades como país. El turismo, la locomotora que tira del tren nacional, será el último sector en recuperarse pero podemos hacerlo más rápido que los demás destinos, gracias a nuestro clima cálido, a los parámetros de distancia y baja densidad de nuestra oferta hotelera y al deseo de nuestra gente de recibir con los brazos abiertos, con una extensa sonrisa, a millones de visitantes que siempre acogemos con alegría.



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