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El ordenamiento territorial

El Día Por El Día
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Desde la antigüedad los seres humanos han ordenado sus espacios para obtener el mayor aprovechamiento de ellos, y es así como nuestros hogares siempre han estado ordenados territorialmente, pues utilizamos la sala para recibir las visitas, la cocina para preparar los alimentos, el comedor para sentarnos a comer, la habitación para dormir y descansar y el baño para asearnos, pero nunca dormimos en la cocina, ni comemos en el baño, porque en nuestros hogares cada espacio tiene un fin determinado, el cual siempre respetamos. Y a eso llamamos un ordenamiento territorial.

Pero el país, que es nuestro hogar colectivo, también requiere de un ordenamiento territorial, porque su crecimiento ha sido caótico e irracional, con asentamientos humanos en zonas vulnerables a inundaciones, a deslizamientos, a terremotos y a maremotos, donde las urbanizaciones y las industrias compiten por los mismos espacios físicos, y donde se generan conflictos entre áreas protegidas, concesiones mineras, proyectos turísticos, proyectos agrícolas e industriales y el crecimiento urbano.

Muchos núcleos urbanos del Cibao han sido desarrollados en valles fértiles cubiertos por los mejores suelos agrícolas, muy ricos en nutrientes, como los suelos de Licey, Moca, Salcedo, Tenares y sus vecindades, reduciendo así  la capacidad de producción de alimentos para el futuro, en un país de población creciente cuyo territorio es muy limitado y no tiene posibilidad de crecer en la misma forma en que crece la población y en que crece la demanda de alimentos.

En cambio, los suelos rígidos y estériles de la Planicie Costera Oriental, la cual se extiende desde Santo Domingo hasta Bávaro, son ideales para el desarrollo urbano e industrial, en una isla de muy alto riesgo sísmico, pero son utilizados para cultivos de alimentos y de caña de azúcar, o se encuentran baldíos.

Las actividades agrícolas muchas veces son desarrolladas en zonas de muy altas pendientes, facilitando la erosión y desaparición de los suelos, la eliminación del bosque y la reducción de las lluvias, y la contaminación de las cabeceras de ríos y arroyos con plaguicidas, herbicidas y fungicidas, a lo que se suma una ganadería de montaña que contamina con bacterias (Escherichia coli y Estreptococos fecales) las cabeceras de los ríos y arroyos que abastecen los acueductos, las presas y los canales de riego.

Es necesario definir las áreas protegidas en base a verdaderos estudios científicos de la flora, la fauna, los suelos, y las aguas, incluyendo aspectos sociales, arqueológicos y antropológicos, reuniendo toda la información científica necesaria a fin de garantizar la protección de aquellos valores naturales únicos, escasos y en peligro de extinción, evitando así las posteriores reducciones comerciales de dichas áreas.

Las grandes ciudades no disponen de alcantarillados sanitarios que procesen adecuadamente las aguas negras residenciales, y ello nos ha llevado a una extraordinaria proliferación de pozos sépticos y filtrantes que han inundado con aguas negras contaminadas con bacterias nuestras aguas subterráneas, y como gran parte del agua que recibimos diariamente proviene de pozos tubulares que captan esas mismas aguas subterráneas que hemos contaminado, nos encontramos con que las aguas que se extraen a través de la mayoría de los pozos de las grandes ciudades están contaminadas con coliformes fecales (Escherichia coli), produciendo serias enfermedades gastrointestinales.

Nuestras basuras son depositadas en vertederos a cielo abierto, produciendo contaminación ambiental, incendios, malos olores, proliferación de ratas e insectos, etc., sin embargo, la tendencia moderna, dentro del ordenamiento territorial, es la disposición final de los desechos sólidos urbanos en rellenos sanitarios construidos sobre un suelo completamente arcilloso a fin de garantizar la impermeabilidad absoluta del subsuelo y de esa forma evitar que los lixiviados, o líquidos contaminantes, se infiltren y contaminen las aguas subterráneas, ya que esas aguas constituyen las reservas para las futuras generaciones.

El caos generado por la falta de un ordenamiento territorial permite que muchas industrias sean levantadas en los entornos tradicionalmente residenciales, permite que nuevas urbanizaciones sean construidas en las cercanías de industrias que originalmente fueron emplazadas en las afueras de las ciudades, permite que los aeropuertos sean arropados por el crecimiento urbano, y permite que la gente se emplace en las inmediaciones de las plantas de tratamiento de aguas negras que originalmente fueron construidas en las afueras de las ciudades, alejadas de los núcleos urbanos, y luego la misma gente que ha invadido el espacio de la planta de tratamiento se queja de los malos olores de la planta de tratamiento y pide que sea eliminada del lugar, y este caos debe ser detenido urgentemente.

La falta de ordenamiento territorial facilita que mucha gente construya viviendas e industrias en zonas muy vulnerables a terremotos, especialmente en las cercanías de las fallas sísmicamente activas, lo que nos obliga a ordenar nuestro territorio tomando en cuenta el Evangelio de San Mateo, el cual nos narra en el Capítulo 7:24-27, que  el hombre prudente edifica su casa sobre la roca, y que el hombre insensato  edifica su casa sobre la arena, pues las edificaciones levantadas sobre roca tienen un excelente comportamiento al momento de un terremoto y muy pocas sufren algunas grietas menores, pero las edificaciones construidas sobre suelos arcillosos o arenosos tienden a colapsar fruto de las bajas velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte (ondas S), lo cual produce amplificación del espectro sísmico y rotura brusca de las columnas de las edificaciones. Debemos hacer una microzonificación sísmica de nuestros suelos, antes de construir sobre ellos.

Al revisar las edificaciones colapsadas en Puerto Príncipe y los suelos del área, fue evidente que los colapsos se presentaron en las edificaciones levantadas sobre los suelos arcillosos flexibles de la llanura sur y occidental de la ciudad, pero paradójicamente, al revisar la zona sur de PetionVille, nos encontramos con una roca caliza crema, de excelente calidad, donde las edificaciones no sufrieron ningún tipo de daños, ni siquiera grietas en las edificaciones pobres levantadas sin ningún tipo de criterio ingenieril, sin varillas, y con muy pocas columnas. Esas edificaciones debieron colapsar, pero no colapsaron porque la roca caliza impidió que el espectro sísmico se amplificara y entrara a las estructuras para dañarlas.                    

La inspección de las edificaciones colapsadas y las no colapsadas en Haití nos dice que edificaciones robustas, como el Palacio del Gobierno, la catedral, los bancos comerciales, los grandes hoteles, los grandes centros comerciales, etc., y que ingenierilmente debieron haber resistido, colapsaron al romperse brutalmente todas sus columnas, fruto de estar levantadas sobre suelos arcillosos flexibles, mientras que edificaciones ridículamente precarias, levantadas artesanalmente sobre las rocas calizas del lado sur, en el mismo eje de la falla tectónica que generó el terremoto, y a muy poca distancia del epicentro, no sufrieron ningún tipo de daños, si siquiera grietas menores.

La disposición final de las basuras también debe obedecer a un ordenamiento, y como ellas contienen un 45% de materia orgánica (restos de comida y jardinería), 20% de papeles y cartones, 15% de envases metálicos y 20% de otros materiales, su reciclaje puede convertirse en una próspera industria donde las comunidades de escasos recursos económicos participen como operadores y beneficiarios del proceso, mientras el ayuntamiento participe como gestor y propulsor de ese mismo proceso, generando empleos dignos y mejoría de la calidad de vida en sectores marginados, facilitando que pequeños empresarios puedan acceder a fuentes de materias primas baratas y renovables, disminuyendo en alrededor de un 75% la disposición final de las basuras, y cubriendo parte de los costos de recolección y transporte de dichas basuras, lo que reduciría la contaminación ambiental por disposición final de desechos sólidos.

La Ley 64-00, promulgada el 18 de agosto del año 2000, declara, en su artículo 30, como de alto interés nacional el diseño, formulación y ejecución del plan nacional de ordenamiento del territorio, que incorpore las variables ambientales, en un plazo no mayor de tres (3) años; plazo que venció el 18 de agosto de 2003, pero aunque las autoridades y los viejos actores políticos se niegan a cumplir con este mandato de la Ley, los nuevos actores de la vida política estamos comprometidos a ordenar nuestro territorio.

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