El descontento político

El descontento político

El descontento político

La política, desde el punto de vista de los partidos, lo es todo. Pero en esto debe haber cierto grado de sobrevaloración, particularmente en estos tiempos de expansión de los quehaceres y de exploración de los más jóvenes en el campo de las profesiones técnicas.

Quizás sea esta la razón por la que parece notoria la ausencia de los más jóvenes en el descontento partidista.
Pero esto puede ser, también una cierta garantía de control en la manifestación de este descontento.
Un control que debe ser muy bien cuidado desde todas las partes.

Porque no se debe olvidar que nada es tan provechoso para los pueblos como los períodos de paz social.
Cuando predomina la paz la gente tiende a la creatividad, las inversiones se producen sin grandes temores y las energías sobrantes suelen ser orientadas hacia el ocio.

El dinero es alegre, tintineante, juguetón y arriesgado en tiempo de extendida paz, así sea relativa.
Los períodos de crispación, en cambio, vuelven conservadores a los inversionistas más liberales y hacen surgir la peor faceta del dinero: la cobardía.

Desde luego, en la base de estas consideraciones subyace el supuesto de que el descontento que se manifiesta en estos días desde la política como la ven y la viven los partidos, tiene su origen en las acciones judiciales impulsadas por el Ministerio Público contra funcionarios de la pasada administración a los que acusa, en unos casos, e imputa, en otros, acciones desde la administración pública en perjuicio del interés general.

Estos cargos, sin embargo, deben ser demostrados. Y como hasta ahora no contamos con ningún otro lugar para hacerlo que ante los jueces señalados por la Constitución y las leyes para este propósito, parece recomendable la prudencia, tanto desde el sector descontento como desde la parte ejecutiva.



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