Las actuales autoridades se enfrentan al enorme reto de decidir qué hacer con el inicio del año escolar, programado para iniciar a solo una semana de haber asumido.
La pandemia por el Covid-19, que aún está en expansión, constituye una amenaza para la apertura de la docencia en la modalidad que conocíamos hasta el momento.
Por lo tanto, la sociedad debe abrirse a la posibilidad de que haya que hacer ajustes y cambios, incluso a la posibilidad de que la primera fase del año escolar sea dedicada a una especie de inducción dirigida a que padres y maestros adquieran mayores destrezas para la utilización de modalidades virtuales.
Las autoridades han prometido tomar medidas para garantizar un año escolar con la menor cantidad de riesgo para la salud de los niños y las familias, para lo cual necesitarán el concurso de todos.
No podemos pretender un año escolar normal en medio de la anormalidad provocada por la pandemia del Covid-19, pero sí podemos aspirar a que haya igualdad de oportunidades para aprovechar lo que sea aprovechable y lograr el mayor rendimiento posible de los alumnos.
Los profesores y los padres están llamados a jugar un rol fundamental en estas condiciones. Cada actor tiene la responsabilidad de poner su cuota de sacrificio para que el próximo año escolar sea lo más satisfactorio posible.
